China del lado árabe Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

De nuevo, China marca distancia en su posición respecto a las principales potencias occidentales en una crisis internacional. Como acontece en Ucrania, en Gaza, Beijing prioriza el cese de las hostilidades y la búsqueda de soluciones políticas negociadas. En ese marco, dos notas sobresalen. En primer lugar, la reiteración de su propósito mediador con un eje de propuestas que, en este caso, se sustentan en el aprovechamiento de la actual crisis para un retorno a la implementación efectiva de la solución de los dos Estados como única vía posible para lograr un entendimiento duradero. En segundo lugar, la reiteración de su Iniciativa de Seguridad Global que gira en torno a la idea de construcción de marcos de seguridad “indivisibles”, es decir, compartidos y, por tanto, alejados de una concepción de la seguridad que implique la inseguridad de terceros. Esta concepción alternativa de seguridad constituye una de las propuestas de Xi Jinping que aspira a ganarse el favor de los países del Sur Global para configurar una nueva arquitectura de seguridad mundial.

La influencia de China en Oriente Medio ha crecido de forma destacada en los últimos años. Muchos países árabes, descontentos con la actitud de EEUU, la UE y otras naciones occidentales que avalan en mayor o menor medida la desmesurada ofensiva de Israel como reacción al ataque de Hamás, ven en China un punto de apoyo importante. No obstante, más allá de la asistencia humanitaria y el respaldo político, es poco lo que China puede hacer. De hecho, las tímidas pausas humanitarias pactadas en las últimas semanas se han logrado con la participación de EEUU, Egipto y Catar y sin su intervención. El papel que Washington y Bruselas reservan a China es el de contención de Irán, para evitar una extensión regional del conflicto con la entrada de Hezbollah en la guerra. Más allá de eso, lo realista es reconocer que en un asunto de tal complejidad, a día de hoy, la capacidad interlocutora china es limitada.

El enviado especial Zhai Jun ha visitado las más importantes capitales de la región reiterando un mensaje de neutralidad que, en gran medida, presta aval a las tesis palestinas, condena las enormes pérdidas civiles y reclama los derechos legítimos del pueblo palestino que la comunidad internacional no ha garantizado hasta ahora en modo alguno. El alineamiento de la posición china con las demandas de los países árabes y de los palestinos le ayudará a fortalecer su influencia en el Sur Global, donde muchos gobiernos tanto apoyan la causa palestina como denuncian el doble rasero de los países desarrollados que no ven genocidio ni limpieza étnica en la respuesta israelí, toleran cínicamente el bombardeo de la población civil y se niegan a ejercer presión sobre Tel Aviv para poner coto a la agresiva deriva del gobierno extremista de B. Netanyahu. Esa orientación quedó manifiesto en la cumbre virtual extraordinaria de los BRICS celebrada en noviembre que contó con la asistencia del presidente chino y que permitió a Beijing escenificar su condición de actor constructivo frente a otros con más influencia pero incapaces de abrir camino a la moderación.

En paralelo, la diplomacia china, que no acusa a Hamás de terrorismo, ha condenado sin ambages los excesos de las represalias del ejército israelí que sitúa más allá de la legítima defensa. No es un detalle menor teniendo en cuenta que, en general, mantiene buenas relaciones con Israel que podrían verse afectadas. El propio ministro de exteriores Wang Yi se desplazó a Nueva York a finales de noviembre para una reunión del Consejo de Seguridad sobre el conflicto, mostrando así su interés. Israel expresó su decepción por la actitud de Beijing acusándola de distorsionar la realidad pero no ha ido más lejos, al contrario de lo acontecido en circunstancias de inferior “agravio”, matizando de facto el eco efectivo de su repercusión, que estima limitada.

El apoyo de China a la causa palestina tiene a sus espaldas décadas de trayectoria. Beijing reconoce a Palestina como un estado soberano y reclama el respeto a su derecho a ser un Estado pleno que responda al principio de «ser propiedad de los palestinos, dirigido por los palestinos y gobernado por los palestinos». Esta posición confronta directamente con la actitud del actual gobierno israelí, cuyos planes parecen encaminarse en una dirección totalmente opuesta.

Aunque las diferencias son evidentes en la posición defendida por China con la de Washington o Bruselas, el entendimiento se antoja previsiblemente más factible en el post-conflicto de articularse un compromiso internacional con esa solución, a la que dicen adherirse la UE y hasta EEUU. Pero sería ingenuo esperar milagros. Pese a la retórica formal de apoyo a la solución de los dos Estados, el imparable avance de la ofensiva israelí sobre Gaza y su magnitud así como el flaco compromiso mostrado por los principales actores internacionales en momentos de mayor ventaja para la causa palestina es probable que acaben imponiendo su ley. El resentimiento que ello alimentará será de nula ayuda para la estabilización regional.

(Para Diario El Correo)