La extensión a América Latina del proyecto mundial que China impulsa oficialmente desde 2013 y conocido como “Iniciativa de la Franja y la Ruta” (IFR), despertó en las clases dirigentes latinoamericanas grandes expectativas. Gobiernos y grupos empresariales y académicos nacionales y regionales estiman que la participación de América Latina en ese proyecto, y más en general las alianzas estratégicas de estado a estado con Pekín, pueden contribuir al tan demorado y problemático “despegue” económico de la región. Sin embargo, una década y media de relaciones económicas con China no aportó cambios sustanciales a
las estructuras económico‑sociales latinoamericanas, sino más bien
reforzó los rumbos de dependencia y re‑especialización primario‑exportadora de América Latina. La inclusión de América Latina en la IFR, si no median profundos cambios de enfoque sobre el desarrollo y la integración, puede contribuir a consolidar el modo de inserción dependiente y atrasado de la región.
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