Implicaciones para China de la retirada estadounidense de Afganistán Bienvenido Tingyi Chen Weng es estudiante del Grado de Relaciones Internacionales en la UCM y realiza prácticas en el Observatorio de la Política China (OPCh)

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

La semana pasada Joe Biden anunció la retirada definitiva de las tropas estadounidenses de Afganistán en una fecha simbólica, cuando se cumpla el 20 aniversario de los atentados del 11-S. Tras casi veinte años, cuatro presidentes han pasado ya por la Casa Blanca en la que ya es la guerra más larga de la historia de los Estados Unidos. Sin embargo, el legado que deja tras de sí es incierto.

Por una parte, el objetivo inicial de contener las actividades terroristas con centro en Afganistán parece haber tenido más o menos éxito. Desde el inicio de la guerra en octubre de 2001, no ha habido un solo ataque terrorista internacional exitoso planeado desde Afganistán. Asimismo, el objetivo de acabar con el líder de al Qaeda y autor intelectual del atentado del 11-S, Osama Bin Laden, también fue cumplido.

No obstante, el país no parece mucho más seguro de lo que era cuando llegaron las tropas estadounidenses y sus aliados. Al-Qaeda, el Estado Islámico y otros grupos islámicos radicales no han desaparecido totalmente y es probable que la retirada de las fuerzas militares occidentales pueda alentar su reaparición.

Un acuerdo de paz condicional fue firmado en febrero de 2020 entre Estados Unidos y los talibanes. La finalidad era allanar el camino para la paz entre las diferentes facciones afganas, pero las posteriores negociaciones entre el gobierno afgano y los talibanes se estancaron. Con la alta inestabilidad política y la creciente percepción de los talibanes como “gobierno a la espera”, algunos analistas señalan que podría repetirse la misma historia de la retirada soviética de Afganistán, es decir, una guerra civil.

Es precisamente aquí donde surgen las principales preocupaciones chinas. Zhao Lijian, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, expresó el jueves pasado la preocupación por la decisión de Washington de retirar todas sus tropas de Afganistán y señaló que deberían tener en cuenta las preocupaciones de seguridad de los países de la región para evitar que las fuerzas terroristas se aprovechen del caos en un país devastado por la guerra.

Para China, la estabilidad en Afganistán es clave en varios aspectos, pero principalmente se centra en el ámbito de su propia seguridad interna. La región autónoma china de Xinjiang y Afganistán comparten únicamente 76 kilómetros de frontera, pero el estrecho paso que une ambos países ha sido un foco de preocupación para las autoridades chinas por la estrecha conexión entre el Movimiento Islámico de Turquestán Oriental (MITO) y los talibanes y al-Qaeda.

Esta conexión se hizo especialmente notable durante el régimen talibán entre 1996 y 2001. Los talibanes entrenaron a los combatientes del MITO, les proporcionaron armas y Afganistán se convirtió en un refugio para todos aquellos que decidieran abandonar China.

Los trágicos eventos del 11-S permitieron una colaboración entre China y Estados Unidos en la conocida como “guerra contra el terror” y, en 2002, el MITO fue incluido en la lista de organizaciones terroristas extranjeras de Washington. Así lo hizo también las Naciones Unidas. No obstante, a pesar de la confluencia de intereses, China mantuvo un perfil bajo y no participó directamente en la guerra junto con Estados Unidos y sus aliados.

Esto no significó que las relaciones bilaterales con Afganistán no se desarrollaran. Tras la formación del gobierno post-talibán, el presidente afgano visitó en varias ocasiones China y se firmó en 2006 el Tratado de Buena Vecindad, Amistad y Cooperación. Paradójicamente, el gobierno chino también hizo lo propio con los talibanes, con quienes llevó a cabo un pragmatismo que permitió que las relaciones mejoraran considerablemente.

Los esfuerzos diplomáticos chinos en el proceso intra-afgano

 Las relaciones con ambas partes –además de la amistad “de todos los climas” con Pakistán– configura a China como un potencial mediador en el conflicto afgano. Desde que la administración de Barack Obama amenazara con abandonar Afganistán en 2014, China ha tratado de incrementar sus esfuerzos diplomáticos (bilaterales y multilaterales) para mediar en el proceso de paz.

En 2015 se formó un Grupo de Coordinación Cuadrilátero junto con Estados Unidos, Pakistán y Afganistán. Además, China ha participado en varias iniciativas como el proceso de Kabul de 2017, el Grupo de Contacto de Afganistán de la Organización de Cooperación de Shanghái o la iniciativa trilateral China-Estados Unidos-Rusia.

El 18 de marzo de 2021, China firmó una declaración conjunta con Rusia, Estados Unidos y Pakistán para la solución pacífica en Afganistán con el objetivo de poner fin a más de cuatro décadas de guerra.

Aún así, algunos analistas señalan que Beijing podría -y debería– jugar un mayor papel en el proceso de paz en Afganistán. Maulana Samiul Haq –el considerado “padre” de los talibanes–, señaló que “China sería bien recibida como árbitro en las negociaciones y no debería dejar asuntos de tan grande importancia únicamente a los Estados Unidos”.

El factor económico 

El otro gran interés de Beijing para con la estabilidad afgana se encuentra en sus ambiciones económicas. Afganistán se encuentra en un lugar geoestratégico clave en su conexión entre Asia Meridional con Oriente Medio y Asia Central.

Ambos países han acordado construir de forma conjunta la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI en sus siglas en inglés), pero la persistente inestabilidad en el país ha limitado definitivamente la inversión china en el país.

Un buen ejemplo de ello es el caso de la mina de cobre Mes Aynak, donde dos empresas chinas de propiedad estatal invirtieron más de 3.000 millones de dólares, pero no han podido desarrollar en su totalidad el proyecto por la inseguridad endémica que asola al país.

Con todo, China es el mayor inversor extranjero en Afganistán, aunque muy lejos de las cifras alcanzadas en su vecina Pakistán.

Perspectivas futuras

China teme que el caos e inestabilidad que pueda generar la retirada estadounidense y de sus aliados occidentales de Afganistán pueda extenderse a la región de Xinjiang, donde Beijing ha dedicado grandes esfuerzos para luchar contra el terrorismo y garantizar la seguridad. Entre estos esfuerzos se encuentran los campos de detención –o “centros de formación profesional”, como Beijing los llama–, donde la ONU calcula que más de un millón de uigures se encuentran retenidos.

En noviembre de 2020, Estados Unidos decidió retirar al MITO de su lista de organizaciones terroristas, lo que ha generado un mayor temor chino a las amenazas terroristas. El Consejo de la ONU señaló en un informe de julio de 2020 que el MITO controlaba entre 1.100 y 3.500 combatientes, la mayoría en Siria y unos 500 en Badajshán, la provincia afgana que limita con Xinjiang.

La retirada de la coalición occidental de Afganistán podría crear incentivos para una mayor cooperación entre Kabul y Beijing. Ya en 2018, China ayudó a Afganistán a establecer una brigada de montaña  en el corredor de Wakhan –el estrecho paso que une a los dos países– para combatir el terrorismo. Además, durante el periodo 2015-2018, concedió más de 70 millones de dólares en ayuda militar a Afganistán.

China ha apoyado reiteradamente una solución diplomática del conflicto, un proceso de paz liderado por los propios afganos y ha reiterado en numerosas ocasiones que no enviaría tropas directamente; sin embargo, algunos observadores señalan que si la situación de seguridad se convirtiera en una amenaza de seguridad significativa, China podría enviar tropas de mantenimiento de la paz junto con la asistencia humanitaria a la región de conformidad a la Carta de las Naciones Unidas.