Con la creciente competición sinoestadounidense, Corea del Sur se ha visto en una encrucijada. Por un lado, Estados Unidos es su principal aliado y proveedor de seguridad. Por otro, China es su principal socio comercial, el principal mercado de la industria del entretenimiento surcoreana, su principal fuente de turistas y, sobre todo, es un actor clave para la cuestión norcoreana. Ante tal tesitura, Moon Jae-in, como hizo su predecesora Park Geun-hye, ha tratado de mantener el país en una ambigüedad estratégica evitando la elección de bando.
Sin embargo, esta política se está volviendo cada vez más difícil de sostener. Ambos polos del enfrentamiento han tratado de que Seúl no se alinee excesivamente con el otro. Estados Unidos ha presionado para que Corea del Sur se adhiera al bloque de la “libertad”, buscando un triángulo aliado EE. UU.-Japón-Corea del Sur, aunque Seúl se ha mostrado reticente a participar en las estrategias del “Indo-Pacífico” y del “Quad”.
Una de las causas es la mala relación con Tokio durante los últimos años tras la sentencia del Tribunal Supremo coreano por el cual ordenaba a las empresas japonesas Nippon Steel y Mitsubishi Heavy a pagar compensaciones a los trabajadores forzados durante la invasión japonesa en la Segunda Guerra Mundial.
Esta situación se tradujo en una trifulca diplomática, pues Japón considera que todas estas cuestiones quedaron resueltas en el Tratado bilateral de 1965. Finalmente, el conflicto derivó en el inicio por parte de Japón de una guerra comercial y un boicot por parte de los surcoreanos a los productos japoneses.
La interdependencia económica con China es el otro vector clave para la no alineación surcoreana. Siendo la cuarta economía asiática, exportó en 2019 a China bienes por valor de más de 136 mil millones de dólares, constituyendo una cuarta parte del total de sus exportaciones.
Esta dependencia se hizo especialmente patente durante la crisis diplomática derivada de la instalación del sistema antimisiles “Terminal High Altitude Area Defense” (THAAD) en 2016. A raíz de que Beijing consideraba que este sistema planteaba serias amenazas a su seguridad estratégica, lanzó una campaña informal de boicot a los productos y el entretenimiento (K-pop y K-drama) surcoreanos, además del turismo. Según algunas fuentes, esta guerra comercial “informal” le costó al menos 7,5 mil millones de dólares a Corea del Sur.
Tras la crisis, Seúl ha tratado de mejorar sus relaciones con Beijing –sobre todo, tras la llegada de Moon Jae-in a la presidencia en 2017–, dado que el principal objetivo de Moon en política exterior ha sido la resolución o, al menos, la mejora de las relaciones intercoreanas.
A diferencia de otras democracias liberales, Corea del Sur no ha prohibido la adquisición de equipos 5G de Huawei; no ha expresado abiertamente su apoyo a los derechos y libertades de los manifestantes en Hong Kong; y, tampoco ha impuesto sanciones por las violaciones de los derechos humanos en la región de Xinjiang.
La guerra cultural
Sin embargo, la política exterior de Moon no se ha correspondido con el sentimiento general surcoreano acerca de China ya que, desde el incidente del THAAD, el sentimiento anti-chino ha crecido exponencialmente en el país, provocando diversas trifulcas culturales.
Por un lado, existe una creciente percepción en Corea del Sur de una excesiva sinización del K-drama. El creciente número de productores, la adaptación a los gustos y el emplazamiento de numerosos elementos publicitarios chinos ha generado un rechazo que ha derivado en numerosos boicots.
El principal ejemplo fue la superproducción Joseon Exorcist, que tuvo que ser cancelada tras únicamente dos episodios por “distorsionar la historia y presentar innecesariamente elementos chinos”. Otros casos han sido los de Vicenzo o True Beauty, que fueron criticadas por el excesivo emplazamiento de publicidad china.
Por otro lado, a principios de este año se desató la “guerra del kimchi”. El vídeo de una conocida bloguera china con el hastag #ChineseFood y el comentario del diario estatal chino Global Times calificando la certificación internacional ISO del pao cai –un tipo de col china encurtida de la región de Sichuan– como “un estándar internacional para la industria del kimchi liderado por China”, generaron un gran enredo cultural sobre los orígenes de este plato. Para que nos entendamos, es como si Francia dijera que inventaron el jamón ibérico.
Para los coreanos, este hecho supone la apropiación y el robo cultural de su plato nacional. Además de los numerosos comentarios de rechazo en las redes sociales, Corea del Sur comenzó a reclutar una gran cantidad de diplomáticos extranjeros en Seúl para atestiguar de que el plato nacional coreano es, de hecho, coreano. Para ello, el Servicio de Información y Cultura de Corea ha mandado varios kits para la preparación tradicional del kimchi a varias embajadas que incluso han subido vídeos posteriormente en sus redes sociales.
No ha sido el único elemento cultural de disputa. También el traje tradicional coreano, el hanbok, estuvo en el centro de la discusión, pues los chinos consideran que este traje procede del hanfu chino.
Asimismo, recientemente, se canceló el proyecto de la Ciudad de la Cultura China-Corea en la provincia de Gangwon debido a una campaña online que firmaron más de 650.000 personas.
¿Un cambio en la ambigüedad estratégica?
La guerra cultural y el creciente sentimiento antichino tiene una gran importancia en las relaciones bilaterales, pues el principal partido de la oposición, el conservador People Power Party (PPP), según Dongwoo Kim, “ha comenzado a explotar la distorsión entre los fuertes sentimientos antichinos de Corea del Sur y la política exterior pasiva de Seúl”. El PPP acusa a la Administración Moon de acercase en exceso a Beijing, poniendo en peligro la histórica alianza con los Estados Unidos.
Durante su Administración, Trump acusó repetidamente a Corea del Sur por aprovecharse de ellos y les solicitó un mayor pago de los gastos por las tropas estadounidenses estacionadas en el país. También presionó a Seúl para que se uniera a sus esfuerzos para la contención del ascenso chino, algo que Biden podría perseguir también.
No obstante, con las elecciones presidenciales a un año vista, si el PPP consiguiera ganar las elecciones –algo muy factible tras sus aplastantes victorias en las dos grandes ciudades surcoreanas (Seúl y Busan) en abril de 2021–, es probable que la política exterior de PPP cambie tanto hacia Beijing como hacia el bloque anti-China.
Por el momento, se ha iniciado el desbloqueo de la prohibición informal del entretenimiento surcoreano en China con la reproducción de canciones del grupo surcoreano BTS en la Metro Radio de Beijing. Asimismo, se espera la visita de Xi Jinping al país en la segunda mitad del año tras la repetidas cancelaciones por causa de la pandemia del Covid-19. Por el contrario, también se ha confirmado la visita de Moon a la Casa Blanca para reunirse con Biden el próximo 21 de mayo.