La OMS como símbolo del multilateralismo Fernando Prieto es historiador especializado en Asia Oriental y máster en Economía y Negocios de China e India

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, amenazó el 19 de mayo con dejar de financiar la Organización Mundial de la Salud (OMS) si no observaba mejoras sustantivas en los 30 días siguientes. En su opinión, la OMS había ocultado información sobre la pandemia para proteger a la República Popular China, denunciando que se encontraba al servicio de Beijing.

El 29 de mayo, tan solo 10 días después, el propio Trump anunciaba que Estados Unidos ponía fin a su relación con la OMS, reiterando sus acusaciones.

¿Por qué se ha llegado a este punto?

La OMS

La II Guerra Mundial (1939-45) puso sobre la mesa la necesidad de impulsar organismos supranacionales que estuvieran en posición de evitar conflictos militares y que fomentaran la cooperación interestatal en distintos ámbitos. Fruto de esta necesidad encontramos la Organización de las Naciones Unidas (ONU), fundada en San Francisco en mayo de 1945, o la propia OMS.

A nivel sanitario se habían realizado distintos intentos desde principios del siglo XX, pero sin cristalizar a nivel internacional. La OMS surge en el periodo comprendido entre el final de la II Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría, el día 7 de abril de 1948, fecha en la que entró en vigor la Constitución de la Organización Mundial de la Salud, un organismo con sede en Ginebra (Suiza) que estaría adscrito a la ONU.

Desde entonces, y tras lograr la erradicación de la viruela en 1979, ha liderado distintas iniciativas como, por citar algunas, la lucha contra el VIH, la tuberculosis, el cólera, la malaria o la poliomielitis.

Gestión de la crisis del Covid-19

Desde que comenzó la pandemia del Covid-19, tanto la OMS como China se han convertido en objetivo de las críticas por su gestión y presunta falta de transparencia.

Para entender la gestión de la OMS durante los últimos meses es fundamental señalar que no es responsable de la gestión que realice cada país una vez hayan recibido sus recomendaciones y que entre sus funciones no se encuentra imponer medidas.

El primer brote del virus fue detectado en Wuhan, capital de la provincia china de Hubei. El 31 de diciembre de 2019 las autoridades de Wuhan anunciaron que se habían detectado 27 casos de neumonía relacionados con el mercado de Huanan, informando a la OMS el mismo día.

Desde entonces, y entendiendo que tanto China como la OMS se enfrentaban a un virus desconocido, se produjeron distintos avances hasta que el 20 de enero de 2020 se descubrió que el virus podía transmitirse entre personas. A partir de ese momento China decretó la aplicación de una cuarentena completa a la provincia de Hubei (entre el 23 de enero, fecha en la que se aplicó en Wuhan, foco de la epidemia, y el 25, que se expandió a toda la provincia) y la OMS comenzó a alertar de la peligrosidad del Covid-19 a la comunidad internacional, decretando el día 30 de enero la Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional.

Durante el mes de febrero se sucedieron las advertencias a nivel internacional y finalmente el 11 de marzo se decretaba la pandemia.

La OMS realizó su labor al estudiar los peligros del brote de Wuhan e informar puntualmente de las nuevas recomendaciones según avanzaban los análisis científicos. El hecho de que se tratara de un virus desconocido hace imposible que todas las medidas sean eficaces, ya que se trata de un proceso de prueba-error.

Estados Unidos y la pandemia: cuestión de política, no de salud

El próximo 3 de noviembre de 2020 se celebrarán elecciones presidenciales en Estados Unidos. Este dato es crucial para comprender el comportamiento de las autoridades estadounidenses desde que comenzó la pandemia.

La gestión de la crisis por parte de Washington ha sido errática desde un principio, superando los 100.000 fallecidos a pesar de haber recibido numerosas advertencias a través de la OMS desde hace varios meses, lo que les sitúa como el país con mayor número de fallecidos.

Hemos podido observar imágenes bochornosas como la irrupción de ciudadanos armados en el Capitolio de Michigan que exigían el fin del estado de alarma, las manifestaciones donde tildaban de socialistas medidas como el confinamiento (a pesar de estar demostrada su eficacia) o los enfrentamientos entre la Administración Trump y los estados más proclives a tomar medidas de choque (cierre de comercios) para garantizar la salud pública. Esta polarización interna, agravada por las protestas desatadas después del asesinato de George Floyd a manos de un agente de policía (una muestra más del problema histórico de la desigualdad racial en Estados Unidos), es fiel reflejo de la gestión de la pandemia por parte de las autoridades.

Ante una situación así, la estrategia estadounidense ha sido simple pero eficaz para sus intereses: desviar el foco de atención hacía un presunto enemigo externo responsable de todos y cada uno de los males que sufre el país. China se ha convertido en el gran enemigo de Estados Unidos, recuperando los discursos hiperbólicos de la Guerra Fría.

Las acusaciones de Trump surgen de suposiciones tendenciosas, pero han encontrado adeptos en distintos países al servir como herramienta para eludir responsabilidades: la OMS está al servicio de China y la crisis del coronavirus es responsabilidad de Beijing por ocultar información (incluso personas de su entorno afirman que el virus tiene su origen en un laboratorio de Wuhan, lo que ha sido desmentido por la comunidad científica e incluso por Anthony Fauci, epidemiólogo y director del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos).

La primera de sus acusaciones se refuta observando cómo se financia la OMS. Esta financiación consta de dos partes, las donaciones (el mayor porcentaje, lo que puede suponer un problema al poder darse la situación de que entidades no gubernamentales marquen la agenda de la organización) y las cuotas obligatorias de los 194 Estados miembros (en el periodo 2018-19 Estados Unidos aportó la cuota más elevada con un 22% del total mientras que cuota de China alcanzó el 7,9%). Incluso entre las donaciones, que incluyen a gobiernos y entidades no gubernamentales, Estados Unidos se sitúa como el mayor contribuyente, aportando en el bienio 2018-19, 553 millones de dólares, superando a la Fundación Gates (sin Estados Unidos se convertirá en el mayor contribuyente), quedando China a una gran distancia aportando el 0,21% de los fondos en el mismo periodo.

Es decir, la salida de Estados Unidos de la OMS repercutirá negativamente en el funcionamiento de la organización y lo más grave es que esta decisión ha sido tomada durante el transcurso de una pandemia.

Con respecto a la responsabilidad de la OMS y China ya he mencionado anteriormente que el primer aviso se produjo el 31 de diciembre de 2019. A pesar del aumento exponencial de virólogos y epidemiólogos sin titulación en las redes sociales y medios de comunicación, que analizan los hechos una vez han sucedido, a fecha de 31 de diciembre se trataba de un virus totalmente desconocido, por lo que para conocer su alcance se necesitaba tiempo para que los científicos investigaran y descubrieran el alcance real del virus.

El multilateralismo, un problema para Estados Unidos

Resulta asombroso ver cómo el principal impulsor del nuevo orden internacional tras la II Guerra Mundial, respaldando la creación de organizaciones supranacionales como la ONU, la OMS, la Organización Mundial del Comercio o el Fondo Monetario Internacional, avanza sin freno hacia el aislacionismo.

La Administración Trump ha acelerado el proceso, abandonando el papel preponderante de su país en la escena internacional al aplicar el principio America first. Decisiones como la retirada del Acuerdo de París por el clima, del tratado de Cielos Abiertos, de la OMS, del tratado sobre armas nucleares de alcance intermedio, del acuerdo nuclear con Irán o sus críticas a los miembros de la OTAN, por citar algunos ejemplos, evidencian la renuncia al multilateralismo del presidente estadounidense.

La razón por la que Estados Unidos abandona progresivamente el orden que construyó durante las últimas décadas está estrechamente relacionada con el ascenso de una potencia emergente como China, que se desarrolla gracias a dicho sistema, lo que pone en riesgo la hegemonía estadounidense.

Esta huida hacia adelante, lejos de revertir la situación, permite que China siga prosperando y tome la iniciativa con propuestas ambiciosas como la Iniciativa de la Franja y la Ruta, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras o la Organización de Cooperación de Shanghái.