El 20 de diciembre de 1999, China recuperó la plena soberanía de Macau. Para Portugal significó el final de un ciclo de más de cuatro siglos de presencia administrativa en Asia; para Europa, la desaparición del último vestigio de su proceso de expansión en dicho continente; para China, el adiós definitivo al “último símbolo del colonialismo” en su territorio.
Aunque resulta inevitable referirse a Hong Kong al hablar del enclave portugués, conviene tener presente que además de ser casi anecdótica en términos comparativos, toda la conocida como «cuestión de Macau» se halla en el polo opuesto a Hong Kong y no solo desde el punto de vista estrictamente geográfico. En efecto, para empezar, el territorio, entonces de unos 17 km2 (frente a los 1.061 Km2 de Hong Kong), es una pequeña península situada sobre el estuario del río Sikiang, que incluye la ciudad de Macau, y las islas de Coloane, y las dos Taipa. La población no alcanzaba el medio millón de habitantes (frente a los más de siete millones de Hong Kong) y el PNB per cápita ascendía a 16.840 dólares (en 1997) frente a los 22.950 de Hong Kong (en 1995).
También a diferencia de Hong Kong, la influencia de los factores culturales y sentimentales desempeña en Macau un papel preponderante. Macau siempre ha tenido para Portugal un enorme valor simbólico. Desterrado de la patria, fue aquí donde Luíz de Camoes escribió su obra cumbre, Os Lusiadas, y durante los 60 años de regencia española en el país vecino (1580-1640) la bandera portuguesa nunca dejó de ser izada en Macau. De ahí que en la simbología inscrita en la bandera municipal, al lado de las armas de la ciudad, figure la frase «Cidade do Nome de Deus de Macau, Nao Há Outra Mais Leal». También muy cerca de Macau nació Sun Yat-sen, quien en 1911, fundaría la República de China, una vez derribada la última dinastía imperial.
Al momento de la devolución, la fuerza económica de Macau no era comparable en modo alguno a la vecina Hong Kong. Ello influyó con seguridad en su proyección exterior, siempre mucho menor. La ausencia de grandes disensiones entre Portugal y China también restó protagonismo informativo al proceso de transición. Incluso para los dirigentes chinos, a diferencia de Hong Kong o Taiwán, siempre presentes en sus discursos o en los análisis a propósito de la reunificación, Macau parecía contar poco.
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