Al expandirse hacia el sur desde su cuna en el río amarillo, la antigua China imperial fue absorbiendo y desplazando más hacia el sur otras etnias. Muchas de las minorías étnicas reconocidas por la actual RPC (en tiempos celebradas, pero sin estrellas en la bandera) que habitan principalmente en Yunnan, Guizhou o Guangxi están emparentadas genética y culturalmente con etnias de Vietnam, Laos o Tailandia. La proyección posterior de la China imperial confuciana en el Sudeste asiático facilitó el comercio tributario con muchos territorios, a veces dominados, y contribuyó a su gran diversidad cultural. Pero también hubo campañas violentas, destacando las desastrosas invasiones del Gran Qing contra Birmania-Myanmar.
A partir del siglo XVI algunos reinos europeos añadieron diversidad y comercio. Tras la circunnavegación de Magallanes-Elcano, de la que se acaban de cumplir 500 años, y con el tratado de Zaragoza de 1529 mediado por el Vaticano, Portugal se centra en la ruta desde el oeste hasta las islas de las especias y Macau, y Nueva España en la ruta trans-pacífica hasta Filipinas. Manila se convirtió en envidiado centro administrativo, comercial e ideológico del imperio en Asia y Oceanía hasta el ‘desastre del 1898’, cuando Filipinas y otras posesiones pasaron a ser colonias de los Estados Unidos. Desde 1565 durante 250 años el Galeón de Manila o Nao de China conectó Acapulco y Manila, llevando mercancías, plata y marinos de varias etnias. Todo eso engendró algunos casos de violencia con los chinos (el pirata Li Ma-Hong intentó en 1574 conquistar Manila) y con los locales (guerra de Castilla o hispano-bruneana en 1578). En siglos posteriores, holandeses, franceses y británicos colonizaron, a veces a la fuerza, gran parte del sudeste asiático. El reino de Tailandia nunca fue conquistado por los europeos, aunque cedió algo de territorio a franceses y británicos.
La violencia en el siglo XX fue mucho mayor. El Japón imperial, ya expandido en Corea y partes de china en guerra civil, invadió y ocupó gran parte del sudeste asiático (Tailandia fue invadida solo cinco horas) diseminando la idea de crear una ‘Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia Oriental’ o, mejor dicho, un bloque de naciones asiáticas controladas por Japón y libres de la influencia occidental; para tal menester, contó con el apoyo del títere filipino José Paciano Laurel y García. A partir de agosto del 1945 el sudeste asiático comenzó a buscar la independencia de potencias externas, pero desgraciadamente pasó a ser escenario de grandes conflictos asociados a la descolonización, a la primera guerra fría, y a luchas locales. Las dos primeras guerras en Indochina fueron en gran parte entre occidente y el comunismo. La tercera fue entre comunistas, ya que en Camboya Mao Zedong inspiró y apoyó a los Jemeres Rojos en su quimérico modelo socialista agrario purificado que atacaron Vietnam y perpetraron un genocidio de millones de personas, muchos étnicamente chinos. La intervención de Vietnam para pararles, que comenzó en 1975 y duró hasta 1989, llevó a una breve e infructuosa intervención militar de la RPC en 1979, su última hasta el momento. Lejos de todo eso, a mediados de los sesenta el oficial Suharto en Indonesia dio un golpe de estado militar contra el presidente Sukarno, y hubo un genocidio de muchos cientos de miles de indonesios de etnia china. En 1975, la Portugal post-dictatorial abandonó Timor Leste, y al declarase esta independiente fue invadida por Indonesia que la ocupó hasta finales de siglo. Tras fallidos intentos asociativos entre países no comunistas, cinco de ellos (Tailandia, Singapur, Malasia, Filipinas e Indonesia) establecieron en 1967 la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) que tuvo escasa relevancia hasta el final de la guerra fría.
Después del colapso del comunismo Soviético, y una RPC enfocada al desarrollo económico con bajo perfil diplomático y militar, el sudeste asiático por fin pudo empezar a desarrollarse más autónoma y pacíficamente. Con apoyo de Japón, Europa y otros actores, la ASEAN se fue ampliando hasta diez países en la segunda mitad de la década con antiguos países comunistas y Myanmar, estableció tres comunidades o grupos de objetivos de política y seguridad, economía, y temas socioculturales, y desarrolló una serie de mecanismos de diálogo y cooperación más amplios para intentar socializar a la RPC y otras potencias externas en una cultura de paz y desarrollo regional. En la primera década del siglo XXI, la RPC se convirtió en el principal socio comercial de sus vecinos mientras participaba en esos mecanismos con centralidad formal de la ASEAN. Pero la percepción pacífica de la RPC en el sudeste asiático cambió a partir de la segunda mitad de la década al comenzar aquella a alardear de su tamaño y potencial, y por su asertivo reclamo por la soberanía de islas y zonas económicas marítimas exclusivas con valor militar disputadas por varios países, llegando a veces a embestir barcos vietnamitas y filipinos. Filipinas llevó en 2013 el tema a la corte permanente de arbitraje en La Haya, que en 2016 dictaminó a su favor en muchos de sus reclamos, desestimando la mayoría de los de la RPC declarándolos incompatibles con la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS).
Con Xi Jinping, las relaciones de la RPC con los once países del sudeste asiático son crecientes pero desiguales. En diciembre 2021 se inauguró un ferrocarril de alta velocidad entre Yunnan y Vientián para facilitar intercambios, pero las más de 140 presas que la RPC lleva construyendo en el río Mekong a su paso por Laos le están generando a este país cercado mucha deuda. Hun Sen, primer ministro del régimen autocrático en Camboya y una vez aliado de Vietnam, se ha vuelto muy dependiente de la RPC. En febrero 2023 visitó con sus hijos a Xi Jinping para firmar más acuerdos de infraestructuras, y en marzo realizaron unas maniobras navales conjuntas. Ya en verano 2022 Camboya había comenzado la expansión de la base naval Ream haciendo caso omiso a las quejas de los EE.UU. por su potencial uso militar chino. Las relaciones entre la RPC y Vietnam siguen alternando atracción y resistencia: Nguyen Phu Trong, desde 2011 secretario general del partido comunista gobernando un país en notable crecimiento económico y decreciente corrupción política, visitó a Xi Jinping en noviembre 2022, pero en marzo 2023 acordó telefónicamente con el presidente norteamericano Biden profundizar relaciones, y en ese mismo mes hubo un peligroso acercamiento entre un barco chino y otro vietnamita.
La RPC avanza con gran interés su influencia en Tailandia, país con una relativamente fuerte élite china, lo que favorece que hasta empresarios de sociedades negras chinas estén a veces protegidos por el gobierno militar y la administración en Bangkok. La RPC apoya a la sancionada junta militar en el poder en Myanmar diplomáticamente, con venta de armas que se usan en un largo conflicto interno contra varias minorías, y con inversión en recursos, infraestructuras y hasta un Chinatown.
Malasia mantiene generalmente buenas relaciones con la RPC, prefiriendo la negociación a la confrontación sobre temas marítimos, como reiteró el presidente de Malasia Anwar Ibrahim en su visita a Xi en marzo; no obstante, en 2019 llevó a una comisión de las Naciones Unidas encargada de límites marítimos su contencioso con la RPC, lo que desató una refriega diplomática entre varios países. El sultán de Brunéi fue el primer líder recibido por Xi Jinping ya en 2013. A pesar de algunas diferencias sobre la soberanía marítima, los dos países mantienen relaciones económicas bastante cordiales, incluyendo un acuerdo de cooperación entre el sultanato de los Bolkiah y la provincia de Guangxi. Con Singapur, país de mayoría étnica china y atrayendo cada vez más expatriados ultrarricos de la RPC y Hong Kong, la RPC también promueve buenas relaciones económicas, como demuestra la visita en marzo del primer ministro Lee Hsien Loong a Xi Jinping, pero este desdeña el modelo de gobernanza elitista diseñado a favor del partido de acción del pueblo que lleva gobernando Singapur desde 1965.
La presencia de la RPC en Indonesia crece paulatinamente con inversiones en recursos e infraestructuras. Con un gobierno democrático y estable, y un desarrollo relativamente liberal, este activo país ha convertido en el líder de la ASEAN, y compite por serlo de países en desarrollo, por lo que intenta mantener buenas, que no dependientes, relaciones tanto con la RPC como con los Estados Unidos: Xi y Biden se encontraron por primera vez en Bali en la última cumbre del G20 celebrada en noviembre 2022. Mientras, Timor Leste independiente intenta beneficiarse de crecientes relaciones cooperativas con la PRC manteniendo relaciones estratégicas con los Estados Unidos y sus aliados. Rodrigo Duterte, el anterior presidente de la también católica Filipinas canceló un acuerdo militar con los Estados Unidos (los dos países tienen un tratado de defensa mutua desde 1951) y se acercó a la RPC, pero como esta no apoyó tanto como esperado aquel acabó reculando. Con el actual presidente, Ferdinand ‘Bongbong’ Romualdez Marcos Jr., hijo del que fuera dictador pro-occidental, se aprecia un rápido y claro realineamiento con los Estados Unidos: en febrero 2023 anunciaron un acuerdo para que las fuerzas armadas de los Estados Unidos incrementen de 5 a 9 el número de bases militares filipinas que pueden usar. Días después, un barco de la RPC uso un láser militar contra un barco filipino que llevaba suministros a las disputadas islas Spratly.
Aunque la RPC ha venido aumentando notablemente sus lazos diplomáticos y relaciones comerciales con los países del sudeste asiático su creciente influencia está a menudo exagerada, mientras que la autoridad y prestigio de los Estados Unidos a veces subestimada. La aspiración de recrear gradualmente un sistema tributario o esfera de influencia con muchos proyectos de infraestructuras sintonizando con las élites políticas, económicas y con los chinos de ultramar solo es formidable en algunos países fronterizos. Pero los Estados Unidos aún ganan en inversión, cultura, educación, y en alianzas militares.
En general, los países del sudeste asiático son naciones jóvenes y diversas, que no olvidan sus convulsas historias, pero que buscan potenciar su autonomía ante las tensiones producidas por la nueva competencia y rivalidad entre grandes y medianas potencias. Su pragmática ambivalencia los lleva a intentar beneficiarse de acuerdos comerciales y de cooperación con todos los que tengan algo que ofrecer. Eso da pie a que países lejanos de ese complejo escenario, como son los iberoamericanos, puedan hacer solos muy poco a nivel estratégico, pero es concebible que lleguen a hacer algo más a nivel diplomático, económico y cultural si vuelven a prestar atención a una zona que ahora solo es sopesada por algunos anecdóticos estudiosos y aventureros