El mes de abril fue un mes nefasto para la relación bilateral China-Japón. Varios hechos han enturbiado y han tensionado al máximo los lazos, generando uno de los peores momentos desde el choque en el Mar de China Oriental a principios de la década de 2010.
En la reciente reunión del presidente Joe Biden con el primer ministro Yoshihide Suga se dio a conocer un comunicado conjunto con un claro objetivo común: China. A este respecto, antes de la reunión, Zhao Lijian, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, señaló “los líderes estadounidense y japonés pronto celebrarán una reunión. Deben tomar en serio las preocupaciones y los requisitos de China, dejar de interferir en los asuntos internos de China y dañar sus intereses, y abstenerse de crear un bloque contra China. China responderá si es necesario”.
Beijing acusa tanto a Tokio como a Washington de tratar de crear bloques excluyentes, lo que genera un gran riesgo para la seguridad en la región de Asia-Pacífico. En los últimos años, Japón ha participado y promovido varias iniciativas para contrarrestar la creciente influencia china en la región.
Ejemplos de ello han sido el revitalizado diálogo cuadrilateral conocido como “Quad”; la iniciativa estrella de la política exterior japonesa “Free and Open Indo-Pacific”, que después fue adoptado por la administración Trump; o la “Asociación para la calidad de la infraestructura” (Partnership for Quality Infrastructure), un proyecto de 200 mil millones de dólares para contrarrestar la creciente inversión china bajo el paraguas de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI).
En el comunicado conjunto, Estados Unidos y Japón mencionaron su preocupación compartida sobre las acciones chinas en el Mar de China Meridional y en el Mar de China Oriental, además de las cuestiones de Xinjiang y Hong Kong.
Sin embargo, el punto que más ha irritado a Beijing fue la referencia a Taiwán. Por primera vez en más de cincuenta años y desde el establecimiento de las relaciones diplomáticas de ambos con la República Popular China, Washington y Tokio mencionaban a la “provincia rebelde” en un comunicado conjunto.
La cuestión taiwanesa también generó grandes preocupaciones internas dentro de Japón sobre una posible participación militar japonesa si China decidiera invadir Taiwán, que Suga se apresuró a desmentir en el parlamento. No obstante, el ejército japonés participa frecuentemente en ejercicios conjuntos con EE. UU. en áreas muy cercanas a Taiwán.
La semana pasada, Japón publicó su informe anual de política exterior, el Libro Azul Diplomático, en el que se expresan grandes preocupaciones sobre la expansión militar china. Según el medio estatal chino Global Times, en el libro se menciona 273 veces a China. También hace referencia a los derechos humanos en Xinjiang y en Hong Kong.
Sin embargo, el Libro no menciona a Taiwán como sí se hizo en la reunión con Biden. En este aspecto, Tokio ha optado por adoptar una ambigüedad en su estrategia hacia la isla. Si bien el documento realza a Beijing como una amenaza, sigue considerando las relaciones con China como “una de las relaciones bilaterales más importantes”.
El vertido de las aguas de Fukushima
Otro tema que ha tensado las relaciones bilaterales entre Tokio y Beijing ha sido el anuncio a principios de abril del próximo vertido al océano de más de un millón de toneladas de agua contaminada de la planta nuclear de Fukushima.
China ha sido uno de los países que más ha criticado la medida. El 15 de mayo, el viceministro de Relaciones Exteriores, Wu Jianghao, convocó al embajador japonés para expresarle sus preocupaciones. En la reunión, Wu señaló que el movimiento ignora “el entorno marítimo mundial, la salud pública internacional y los intereses de seguridad de las personas de los países vecinos”.
Beijing no ha sido la única. También Corea del Sur y Taiwán han expresado una fuerte oposición a la medida japonesa ya que consideran que el vertido supone un peligro para la salud humana, el medio ambiente y la seguridad alimentaria. Además, los tres critican que Tokio haya tomado una decisión unilateral sin haber tenido en consideración la opinión de sus vecinos.
Por el contrario, Estados Unidos ha apoyado a Japón y ha señalado que está en línea con los estándares globales marcados por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Para la analista Maria Siow, el apoyo estadounidense responde a un movimiento político estratégico, es decir, un quid pro quo para adoptar una postura unificada sobre China.
Hua Chunying, directora general del Departamento de Información del Ministerio de Asuntos Exteriores, llegó incluso a sugerir que si “Japón y Estados Unidos afirman que el agua residual tratada de la planta de energía nuclear de Fukushima cumple con los estándares internacionales de seguridad e incluso es potable, entonces, ¿por qué no se quedan el agua para ellos mismos? ¿o tal vez enviarlo a los EE. UU.?”.
La IIª Guerra Mundial: una cuestión aún sin resolver
Un tercer tema que ha acentuado las tensiones bilaterales ha sido el envío por parte de Suga de una ofrenda al templo Yasukuni Shrine, un santuario creado en 1865 para honrar a los soldados caídos y que también acoge a 14 militares que son considerados como criminales de guerra, un gesto ritual que siempre ha generado un importante rechazo tanto por en China como en Corea del Sur.
A diferencia de Europa, los crímenes de guerra cometidos por el ejército imperial japonés no han sido resueltos. La cuestión es extremadamente sensible en China, acentuándose aún más con la educación nacionalista promovida por el Partido Comunista.
Mientras que para denominar peyorativamente a los “demonios” occidentales (洋鬼子 yang guizi) se incluye un carácter adicional y es necesario especificarlo, los chinos usan el término general de guizi (鬼子) para denominar a los “demonios” japoneses. Decir “demonios” japoneses (日本鬼子 riben guizi) es redundante en el idioma chino.
Durante la época de la administración de Shinzo Abe, esta cuestión fue muy polémica por sus continuas visitas al santuario y por sus esfuerzos revisionistas de la historia y de los libros de texto suavizando, en sumo grado, las acciones del ejército imperial japonés en el continente asiático.
Si bien Suga ha tratado de ser cuidadoso y no visitar el templo como hizo su predecesor, China ha calificado la ofrenda como una práctica incorrecta. Wan Wenbin, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, señaló la necesidad de que Japón se “enfrente y reflexione profundamente sobre la historia de la agresión” y que “tome acciones concretas para ganarse la confianza de sus vecinos asiáticos”.
El comercio: ¿una ventana para el entendimiento?
En medio de las tensiones, el parlamento japonés ratificó la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, siglas en inglés) el miércoles 28 de abril, el único tratado de libre comercio que incluye las tres principales economías asiáticas: Japón, Corea del Sur y China.
A pesar de las crecientes tensiones, Tokio ha seguido indicando que valora los lazos económicos con su mayor socio comercial y ha evitado imponer sanciones comerciales a China.
La aprobación de la RCEP abre la puerta a un avance en las negociaciones del Tratado de Libre Comercio trilateral entre China, Japón y Corea del Sur, que se iniciaron en 2013. Asimismo, China ha expresado su interés por entrar en el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TTP) liderado por Japón.
No obstante, a un año de la celebración del 50 aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Beijing y Tokio, si las tensiones persisten, quizá entonces habrá muy poco que celebrar.