Las tres claves de la gira de Joe Biden por Asia Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

Tres asuntos han primado en la primera gira del presidente de los EEUU, Joe Biden, por la región asiática. Más allá de la cuestión de Corea del Norte, el asunto de mayor alcance fue Taiwán. El “sí” como respuesta a la pregunta sobre el compromiso de defender militarmente a Taiwán en caso de una invasión china, marcó un nuevo punto de inflexión en el posicionamiento de la Casa Blanca, generando dudas razonables sobre la pervivencia de la “ambigüedad estratégica” que tradicionalmente caracterizó la actitud estadounidense en este delicado aspecto. Tanto es así que una vez más, funcionarios de la Casa Blanca matizaron después esas palabras para asegurar que aquella política “no había cambiado”.

El caso es que esta es la tercera vez que Biden se pronuncia de este modo, enviando con ese “sí” un doble mensaje: a Taipéi, en el sentido de que van bien por donde van (alejándose progresivamente de China hasta desembocar irremediablemente en la independencia) y que pueden contar con el apoyo de los EEUU en ese proceso; y a Beijing, que se abstenga de intentar impedirlo por la fuerza. Y si algo ha avisado China es que recurrirá a la fuerza si Taiwán avanza hacia la  independencia, tal como pretende su actual gobierno y alientan los EEUU. Un preocupante dilema, difícil de resolver. Taiwán se convierte así en el vértice que puede decantar no sólo la definición última de la hegemonía regional sino también global amenazando con un desenlace fatal. La disposición de Biden a enviar tropas para defender Taiwán no fue un lapsus involuntario.

Como es sabido, el asunto de Taiwán es el más delicado de las relaciones bilaterales sino-estadounidenses. Y la clave es el principio de una sola China, es decir, la idea de que sólo existe una China en el mundo y Taiwán es parte de ella, de forma que el gobierno de Beijing es el único legal que representa a toda China. Esto es lo que asumen los 181 países, incluidos los EEUU, cuando establecen relaciones diplomáticas con China. Ahora, Washington quiere diferenciar entre su política de una sola China y el principio que defiende China, alterando de facto aquel compromiso.

Los cambios introducidos a principios de este mes de Mayo en la hoja informativa del Departamento de Estado a propósito de Taiwán, matizando de forma conveniente ese principio de una sola China y suprimiendo las menciones al rechazo de la independencia, indican que “el orden internacional basado en normas” que defiende es una forma de descalificar la actual legalidad internacional. En este contexto, sólo cabe aguardar un incremento sustancial del compromiso político y militar de Washington con Taipéi en una dinámica ascendente de tensión, evolucionando hacia la sustitución  fáctica y progresiva de la política de una sola China por la de “un solo Taiwán”, eso sí, siempre acusando a otros de alterar el statu quo.

El segundo dato de esta gira es la reunión del QUAD, la alianza establecida entre los EEUU, Japón, India y Australia. Washington cuenta con la incondicionalidad de Japón, no tanto de India (socio de China en los BRICS), que reniega de participar de una coalición si esta es marcadamente anti-China, aunque tenga diferencias sólidas con Beijing. En el caso de Canberra, veremos que modificaciones introduce en la política exterior el nuevo primero ministro laborista Anthony Albanese y su ministra de exteriores de ascendencia china Penny Wong. El futuro de esta mini-OTAN, complementada con el AUKUS (Australia, Reino Unido, EUA), responde al compromiso común de contener el ascenso geopolítico de China. Pero ninguno de los cuatro osa reconocer abiertamente que el grupo tiene ese objetivo.

El tercero es la presentación del Marco Económico Indo-Pacífico (IPEF, siglas en inglés). China es el principal socio comercial de la mayoría de los países de la zona. La Iniciativa de la Franja y la Ruta o la Asociación Económica Regional Integral (RCEP, siglas en inglés) da cuenta del vigor de su economía. También el Acuerdo global y progresivo para la Asociación Transpacífico (CPTPP, siglas en inglés) que lidera Japón, al que solicitó la integración. Washington no está en ninguna de estas plataformas y promueve ahora una propia que bien poco ofrece a sus hipotéticos socios: les reclama apertura pero no abre su mercado sobre una base mutua, pues los productos asiáticos son muy competitivos y la Casa Blanca teme el impacto en su economía y, sobre todo, en el empleo. De este modo, le será difícil comprometer seriamente a los doce países que por el momento consideraron sumarse (Taiwán, por cierto, de entrada, quedó fuera).

Los tres elementos descritos responden a un rasgo común, la estrategia del Indo-Pacífico, que cuenta con una premisa esencial: hace falta apurar el paso para contener a China impidiendo que afiance su hegemonía natural en la región. El mecanismo es conocido: alentar la división y la confrontación. En Europa, los EEUU nos enfrenta con Rusia; en Asia, con China. Tan fácil como dividir para reinar. Irá en aumento la dinámica de presión sobre sus socios en la región para que elijan bando y se sumen a la confrontación con China en la confianza de que la política de cerco abarque todos los frentes, desde el económico al político y militar.

Diferentes autoridades militares estadounidenses han alertado sobre las urgencias de Beijing respeto a Taiwán; no obstante, observando los pronunciamientos provocadores de Biden en esta gira parece que la prisa está del lado de los EEUU, empeñado en llevarse al huerto a Beijing, quizá confiando en que una precipitación puede jugar a su favor y que el paso del tiempo simplemente juega en su contra.