Covid 0 – Sociedad china 1 Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Análisis, Sistema político by Xulio Ríos

La secuencia de protestas que han tenido lugar en China a partir del 23 de noviembre en varias ciudades ha puesto en evidencia el agotamiento de una población que no ve una salida clara a la pandemia, en contraste con lo que ocurre en otros lugares del mundo. Las movilizaciones han rubricado un serio correctivo a la política de Covid cero poniendo en cuestión la eficiencia de unas medidas que también debían servir para ratificar la confianza social en la autoridad de Xi Jinping. Las inusuales críticas al líder chino han acompañado las manifestaciones.

Una doble lectura

La política de Covid cero que ha caracterizado la respuesta china a la pandemia tiene una doble lectura. De una parte, ciertamente, ha logrado contener la propagación del virus y evitado numerosas muertes; de otra, sin embargo, su larga duración y su rigidez en forma de confinamientos abruptos y duraderos, acompañados de test masivos y reiterados, ha deparado importantes consecuencias económicas y también sociales.

Una máxima china relativa al arte de gobernar, recuerda que, en política, lo más importante, es formular mandatos que puedan ser seguidos. Pues bien, la respuesta social que ha eclosionado estos días ha adquirido la forma de una desobediencia civil liquidadora en la práctica de los aspectos más rigurosos de dicha política. Las propias autoridades, sin dejar de movilizar a las fuerzas de seguridad en paralelo, han dictado instrucciones precisas para que, en lo inmediato, afecten lo mínimo posible a la vida cotidiana de las personas.

El pragmatismo, cuya evocación resuena en las “20 instrucciones” adoptadas por las autoridades centrales con anterioridad a las protestas, debe inspirar el nuevo proceder y contribuir  a aligerar las medidas de mayor dureza y brutalidad y que cuentan con más rechazo entre la sociedad. En paralelo, el incremento de la vacunación entre los sectores más vulnerables debiera mitigar el nivel de riesgo asociado a la segura elevación del nivel de contagios entre la población.

Corresponde ahora a las autoridades locales sudar de nuevo tinta china para lograr ese doble objetivo de encauzar sin desbordamientos graves la evolución de la pandemia aligerando el control sobre las personas y sus movimientos. Hasta ahora, por regla general, ha primado la escrupulosidad cuando no la arbitrariedad ante la necesidad de estar a la altura de las expectativas de las autoridades centrales, muy involucradas por otra parte en la gestión directa de cada brote.

A priori, el cambio de estrategia puede contribuir a mitigar el descontento y desmovilizar las protestas. Otra cuestión es como el liderazgo chino afrontará el protagonismo renovado de una sociedad civil que fue capaz de alentar amplias movilizaciones de forma espontánea descubriendo sus propias capacidades para influir en unas autoridades que si algo han primado con Xi es la verticalidad sobre la horizontalidad. Quienes se han quejado descubren ante todos que sus motivos eran razonables y que sus acciones han provocado concesiones significativas del gobierno.

El otro hecho político singular se remite a la expresión de duras críticas al sistema. Incluso en las protestas de 1989, más graves, muchos confiaban aun entonces en la capacidad regenerativa del Partido en el cual seguían depositando sus esperanzas. Ahora, el aumento del control y la repartidirización activa de todos los segmentos de la sociedad puede chocar con las expectativas de algunas generaciones que observan con preocupación que la obsesión por acelerar el paso de la modernización y completar el destino de China en el concierto mundial, aleje o suprima debates sobre una reforma política que si bien dentro del actual sistema y sin voluntad de renunciar a él exploraba otras opciones más liberalizadoras. La evocación de la recuperada fuerza del país, sugerida gráficamente con el envío de una nueva misión espacial cuando los manifestantes ocupaban las calles, se antoja insuficiente para confiarlo todo a la exaltación nacionalista.

Puede que frente a ese malestar la reacción sea otra vuelta de tuerca al control pero esa respuesta situará al PCCh ante un desafío mayor, cerrando en falso la crisis.

Tras el tercer mandato de Xi

Significativamente también, las protestas han tenido lugar poco más de un mes después del XX Congreso del Partido Comunista de China que dispuso un tercer mandato para Xi Jinping. Reunido de afines y con la lealtad por máxima meritocrática, las críticas a su gestión han erosionado también su imagen de intocabilidad.

Las protestas marcan un punto de inflexión en la trayectoria política de Xi y aun reconociendo sus límites sugieren que la gobernanza a través de la ley pero sin la sociedad, eleva considerablemente el riesgo de azuzar la temida inestabilidad.

“Es por las orejas y los ojos del pueblo que el Cielo escucha y ve; y realiza sus advertencias a través de la terrible voz del pueblo”, dice otra máxima china. La posición todopoderosa de Xi hoy lo es menos y quienes internamente puedan representar otras sensibilidades tienen más motivos para tratar de influir en el curso de los acontecimientos.

Jiang Zemin no es Hu Yaobang

La muerte de Jiang Zemin ha puesto la guinda a una semana intensa en la política china. La asociación del momento de su fallecimiento con la figura de Hu Yaobang y los hechos posteriores que acabaron desencadenando las protestas de 1989 en la plaza de Tiananmen, añadía un factor de inquietud ante la convergencia de fenómenos, quizá, comprometedores para el actual liderazgo.

Pero si Hu era admirado socialmente por su honestidad y los estudiantes en Tiananmen reclamaban entonces al Partido mayor rigor ético contra la corrupción, Jiang, sin embargo, es la expresión misma de la espiral de desequilibrios que acompañaron el denguismo, con más crecimiento sí, pero también con más injusticia o más daños ambientales, entre otros. Su política de incorporar a los empresarios al Partido no hizo sino acelerar la corrupción a todos los niveles. Por ello, el eco social de su muerte no es comparable, aunque pudiera concitar a algunos nostálgicos del denguismo.

Aun así, lo acontecido estos días erosiona ciertamente aquella imagen que nos remite al contraste de la fractura sistemática y característica de las sociedades liberales occidentales con la fortaleza del edificio político chino, tan sólido que nadie lo puede agitar. Mal haríamos en exagerar el significado de estas protestas pero sin duda alguna han reiterado que esta vez, como casi siempre, las apariencias pueden engañar.

(Para Diario El Correo)