La disyuntiva económica actual de China Miguel Ángel Hidalgo Martínez, Departamento de Estudios Chinos Xi’an Jiaotong-Liverpool University

In Análisis, Sistema político by Director OPCh

Preludio: copiar el éxito de las zonas económicas especiales

 

Los problemas estructurales de la economía china iniciaron más de dos décadas antes de la crisis financiera de la empresa inmobiliaria Guangzhou Evergrande, la cual ha acaparado la atención de los medios internacionales durante los últimos meses. Después del éxito de las primeras cuatro “zonas económicas especiales” que abrió el gobierno chino a principios de los1980s, los gobiernos locales de las prefecturas y condados copiaron esta estrategia, iniciaron sus propios y ambiciosos proyectos. Abrían zonas y parques económicos en sus jurisdicciones siguiendo el viejo adagio chino de: “construir el nido, para atraer al fénix” (筑巢引凤, zhù cháo yǐn fèng). La gran mayoría de estos proyectos, equipados con infraestructura urbana funcional y residencial, jamás atrajo inversión extranjera ni dio los resultados esperados, por lo que se convirtieron en una monumental deuda que jamás se pagó a los bancos paraestatales.

A mediados de los 1990s, los bienes inmobiliarios y el desarrollo de infraestructura urbana representaban la mayor fuente del Producto Interno Bruto de las principales ciudades de China. Esto envolvió a la economía china en crecientes olas especulativas de capital ocioso e inversiones onerosas que no han producido rentabilidad. Consecuentemente, el sistema financiero comenzó a acusar severos desbalances en sus portafolios, por lo cual el gobierno central realizó una re-estructuración de pasivos financieros a gran escala en 1999. Esto solamente maquilló el problema, no lo solucionó.

 

Ciudades “empoderadas”: la reproducción del problema

Paralelamente a esta crisis estructural, el Ministerio de Asuntos Civiles comenzó en 1998 una reforma territorial gradual en las ciudades chinas. Esta reforma empoderó a los gobiernos de las ciudades mediante el establecimiento de territorios administrativos denominados distritos (区, qu). Este tipo de territorio extiende la autoridad de los gobiernos locales para apropiarse territorio, mediante métodos de expropiación legal o forzada, y cambiar el uso del suelo. Generalmente convierten el suelo de uso rural o industrial a uso residencial, extendiendo así el desarrollo inmobiliario a gran escala. Los gobiernos de las ciudades establecieron sus propias empresas inmobiliarias y se embarcaron en onerosos proyectos de infraestructura urbana y residencial. El sistema administrativo territorial altamente de-centralizado les garantizaba la autonomía jurisdiccional para que pudieran realizar sus proyectos sin ningún contrapeso político. La crisis de Guangzhou Evergrande es solamente una pequeña muestra del gigantesco entramado financiero tóxico que hay en todas las ciudades chinas a este punto.

 

Sin punto de retorno: reformas necesarias y diferidas

 

La principal reforma económica que yace en el núcleo de esta crisis estructural en China sería la re-orientación del crédito financiero hacia el consumo, particularmente de la robusta clase media china. Esto concurrentemente suspendería los beneficios financieros de los que han gozado las empresas paraestatales centrales y locales en el sector inmobiliario y otros planes económicos de infraestructura redundante, como el de “Una Franja, una ruta”. Desde el 2013, cuando terminó la administración de Hu Jintao-Wen Jiabao, los analistas económicos han especulado sobre la llegada de una largamente pospuesta y nueva ronda de reformas económicas. Sin embargo, el actual panorama político no es nada alentador. Las facciones reformistas adentro del Partido-estado chino han sido marginados y la administración actual está ocupada por un solo grupo. Esta coalición tiene como protagonistas a tecnócratas conservadores que han defendido durante décadas el modelo económico actual basado en la inversión acelerada y el proteccionismo a las empresas del estado. Este patrón de crecimiento económico fue la base que llevó a China a ser una potencia mundial, pero ahora se ha convertido en los pies de barro que amenazan su continuidad.