Tras el brutal reinicio de las hostilidades en Medio Oriente, el Ministerio de Asuntos Exteriores chino pidió a ambas partes un alto el fuego inmediato. Su portavoz declaraba la profunda preocupación “por la actual escalada de tensiones y violencia entre Palestina e Israel. Pedimos a las partes implicadas que mantengan la calma, actúen con moderación y pongan fin de inmediato a las hostilidades para proteger a los civiles y evitar un mayor deterioro de la situación”.
Se ha confirmado la presencia de una mujer chino-israelí entre los rehenes llevados a Gaza por Hamás y al menos tres ciudadanos chinos resultaron heridos y cuatro desaparecieron durante las primeras horas de caos. Algunos confían en que las autoridades chinas presionen a Hamás para evitar un desenlace trágico.
A la hora de reclamar el cese de las hostilidades también ha recordado que llevan meses urgiendo a Israel a seguir el ejemplo de Irán y Arabia Saudita para reanudar las negociaciones de paz y que la salida fundamental del conflicto consiste en aplicar la solución de los dos Estados y establecer un Estado de Palestina independiente.
El mero reclamo de una «solución de dos Estados» fue acogido con decepción por Israel y sus aliados más próximos. Es más, ha servido de argumento para, de nuevo, como aconteció con la guerra en Ucrania, ubicar a China del lado «agresor», en este caso Hamás, con acusaciones directas de que en el nuevo orden mundial que promueve –junto con Putin- “ya no se aplicará el derecho internacional”, alejándose de las “normas civilizadas” establecidas por las Naciones Unidas. Una reflexión ciertamente increíble a la vista del respaldo “sin límites” garantizado a Israel para contravenir las más elementales normas internacionales humanitarias en su castigo a los ciudadanos de Gaza.
Una delegación de senadores estadounidenses de visita en China también expresó su decepción. Chuck Schumer, líder de la mayoría del Partido Demócrata en el Senado estadounidense, instó a China a apoyar a Israel en la condena de los mortíferos atentados de Hamás durante una reunión con el presidente chino Xi Jinping. En su opinión, al declarar una pseudo-equidistancia de Israel y Palestina en una presunta noble declaración de neutralidad, China se pone del lado de Hamás. Es más, dejó entrever que China puede ayudar militarmente a Irán en su estrategia contra Israel.
Lo “sorprendente” del caso es que quienes exigen imperativamente a China la definición de “límites” en su relación con Rusia a propósito de Ucrania ahora rechazan cualquier “límite” en su apoyo a Israel, un país que, sistemáticamente, ha venido violando el “orden internacional basado en reglas” que, supuestamente, China quiere subvertir. Todo un ejercicio de “coherencia” de la “comunidad internacional”…
En junio último, el presidente de la Autoridad Palestina, Abu Mazen, se reunió con Xi Jinping en Beijing. Tras la reunión, China y Palestina anunciaron el establecimiento de una «asociación estratégica». Xi prometió que China «apoyaría firmemente la justa causa del pueblo palestino para restaurar sus legítimos derechos nacionales». Xi propuso entonces la celebración de una conferencia de paz internacional y dijo estar dispuesto a «desempeñar un papel activo» para facilitar las conversaciones de paz.
China va a acompañar esta situación lo más de cerca que pueda pero difícilmente puede tener un papel protagónico en esta guerra instando una mediación exitosa, tal como le han reclamado algunas voces dada su estrecha relación con Irán.
Para China, la crisis es un ejemplo más de la incapacidad de los actores tradicionales con impronta en la zona para garantizar la paz y la seguridad. Beijing ha desarrollado en los últimos años una importante acción diplomática en la región cuyos frutos intentará preservar a toda costa.Lejos de cualquier implicación bélica y de cualquier formato de “estado hooligan”, es previsible que China intensifique una diplomacia colateral con respecto a otros actores con influencia en el conflicto para mostrar su compromiso con la región, visibilizar en mayor medida su posición y explorar, quizá, la viabilidad de algún tipo de tregua que, por el momento, no parece fácil.