Existe cierto desasosiego a propósito de las nuevas regulaciones adoptadas por el gobierno chino que afectan a sectores sensibles. El último ejemplo, vinculado también con empresas del sector de Internet, ha sido Tencent y sus videojuegos, objeto de críticas paralelas por los problemas de dependencia originados entre la población más joven. El oficial Economic Information Daily llegó a calificar este segmento como “opio mental”.
El movimiento de “rectificación” está en marcha con diferentes variables en agenda: desde la seguridad de los datos al comportamiento monopolístico o la preocupación por la estabilidad financiera pero también el control político o ideológico no puede faltar. El gobierno ha convocado a los gigantes tecnológicos para llevar a cabo una “revisión completa” de sus operaciones.
Hay en estas iniciativas elementos positivos: desde la vigilancia y control de los monopolios a la represión de los abusos de poder y corruptelas de los multimillonarios y sus empresas privadas o semiprivadas que acaparan el mercado y se adueñan de los datos de los usuarios de sus productos. En algunas capitales occidentales se observa con estupefacción las medidas adoptadas por el PCCh, advirtiendo de las consecuencias tanto para los inversores internacionales como para el propio PIB de China; no obstante, pocos reconocen que lo que China está haciendo, quizá un tanto expeditivamente, es algo que también algunos gobiernos occidentales han intentado o quisieran hacer (meter en cintura a estas empresas que abusan de su posición dominante en el mercado) sin haberlo conseguido. Tanto EEUU como la UE han insinuado cierta voluntad de disciplinar gigantes como Google, Amazon, Facebook o Amazon, pero con muy escasos resultados incluso en el elemental orden fiscal. Una vez más, Beijing exhibe la eficiencia de su gobernanza en este aspecto.
En China, el giro afloró en noviembre de 2020, cuando el grupo Ant, el brazo financiero de Alibaba (Jack Ma) planeó la mayor salida a bolsa de la historia. El arrojo mostrado entonces al frustrar sin contemplaciones aquella operación evidenció la disposición del PCCh a modular el riesgo y reducir vulnerabilidades, en especial habida cuenta que las tensiones con EEUU seguirán presentes en los años venideros y que necesita construir una economía y un sector empresarial preparado para esa contienda geopolítica, sin fisuras, aunque ello exija articular una menor dependencia del capital internacional y la acumulación de capacidades internas tanto en el orden energético como industrial.
Para el PCCh, es de vital importancia controlar los riesgos sistémicos en su sistema bancario y financiero, lo que pretende hacer tanto a través de nuevas regulaciones como vía lanzamiento del yuan digital soberano, procesos que reafirmarían el liderazgo del banco central. Esto significará el acotamiento del espacio de aquellas instituciones que se habían convertido en bancos de facto sin tener derecho a ello merced a la universalización de servicios como los pagos virtuales o el comercio electrónico. El temor a que el sistema financiero chino pueda llegar a desestabilizarse inspira las prioridades de Xi en esta fase, en víspera del decisivo XX Congreso previsto para el otoño del próximo año 2022.
Un objetivo complementario de estas políticas es la promoción del discurso que destaca el compromiso con la prosperidad común, la reducción de las desigualdades y los desequilibrios en aras de la cohesión y el bienestar colectivo. De esta forma, la reconversión en curso, motivada en buena medida por las tensiones geopolíticas y geoeconómicas, tendría su contrapunto en un relanzamiento de la apuesta social, inseparable de un correctivo que enfatiza la función social del mercado, de la propiedad privada y de las grandes fortunas. En este orden, un mayor peso de lo público alcanzará a otros sectores (educación, salud) sobre cuya idónea dimensión se debate igualmente a menudo en los países occidentales.
La primera obsesión del PCCh consiste en priorizar la producción industrial creadora de empleo en detrimento de las iniciativas especulativas en un momento en que las dificultades laborales pueden crecer. Y asegura así, a tono con la “doble circulación” en boga, la afluencia de recursos de todo tipo para establecer al completo la cadena industrial y situarse a la vanguardia de la transformación de los sectores clave.
¿Puede ahogar la capacidad de innovación o poner en peligro estos sectores que tanto han aportado a la nueva imagen de China en el mundo además de ingentes beneficios económicos? El PCCh aprieta pero no ahoga. Sin duda, trata de dejar las reglas claras aunque ello suponga un daño económico que, por otra parte, estima admisible y coyuntural. En paralelo, la planificación establecida en el plan Made in China 2025 sigue su curso, orientado a dominar las industrias del futuro y asegurar su independencia tecnológica, especialmente ante el riesgo de un desacoplamiento que pudiera derivar en la proliferación de varios ecosistemas tecnológicos.
Intencionalidad política
Hay en toda esta ofensiva reguladora propósitos políticos. Lo primero es afirmar la autoridad de las entidades públicas ordenadoras del sector con el propósito formal de evitar una expansión desordenada, pero también se trata de orientar eficazmente dichos proyectos al servicio del interés nacional evitando que cristalicen agentes competidores que en un momento dado puedan estar en condiciones de disputar incluso el poder al PCCh.
La privacidad y la confidencialidad de la información personal de los chinos (incluidos aquellos que están en el extranjero) es un asunto que preocupa en China y es una cuestión bien espinosa. Se han adoptado disposiciones protectoras pero subsisten reservas comprensibles sobre la neutralidad del aparato de vigilancia del Estado, tanto o más invasivo que el de las propias empresas. En cualquier caso, dicho activo solo podría estar en manos del Partido y a su disposición. La “reestructuración” en curso del sector no pierde de vista esta perspectiva apropiadora.
En China, este desarrollo se asocia con la aparición de movimientos juveniles como el reciente “nei juan”, de jóvenes que se rebelan contra la competitividad y promueven nuevas visiones del éxito personal o profesional. Se trata de una “desorientación” poco aconsejable que transmite falta de entusiasmo y compromiso y que acentúa un enfoque individualista de la existencia argumentado con la falta de expectativas y de retorno de ese trabajo duro alentado desde las instancias oficiales.
Se trata, en suma, de dar una vuelta de tuerca más al imperio de la política sobre la economía, asegurando la perennidad de la máxima que guía la reforma china: el PCCh debe fortalecerse en el proceso de transformación.
Y también debe fortalecerse Xi. Hay en todo este proceso un propósito también de higiene política que arranca con las inspecciones y acusaciones contra altos dirigentes de estas empresas y culmina con la erradicación de la influencia de la vieja guardia del área de asuntos políticos y jurídicos, conjurando cualquier posibilidad de desestabilización del liderazgo. Xi quiere asegurarse de que los máximos responsables de estas empresas apoyan la causa general del Partido.
Apretar las tuercas al sector de la tecnología digital es vital para Xi a la vista de los vínculos y proyecciones del poder de la extensa red del ex presidente Jiang Zemin en este ámbito (a través de su propio hijo, Jiang Mianheng, notoriamente). El viceprimer ministro y miembro del Buró Político, Liu He, muy próximo a Xi, desde la Comisión de Estabilidad y Desarrollo Financiero, es el ariete de este proceso, transformándola a estos efectos en una especie de Comisión Disciplinaria alternativa. Tras el sector energético o el aeroespacial, llegó el turno de la alta tecnología, ámbitos demasiado grandes e importantes para fracasar pero también en donde anidan rivalidades clánicas que afectan a la seguridad política de Xi. Más regulación significa más estabilidad pero igualmente más lealtad a Xi.
Dicho esto, por encima de la atmosfera interna que marca estas derivas, lo que no está en causa es la voluntad política de seguir abriendo segmentos del mercado financiero chino a los inversores internacionales. El mensaje para ellos es claro: siempre serán bienvenidos en tanto en cuanto no planteen riesgos excesivos para el Estado-Partido.