China posee alrededor seis por ciento de los recursos hídricos del mundo, ocupando el quinto lugar junto a Brasil, Rusia, los Estados Unidos y Canadá, repartido en 21 cuencas hidrográficas, entre las que destacan las del río Amarillo y el Yangtze que establece una división climatológica en el país, con un norte seco y un sur húmedo. Según el Primer Censo Nacional de Agua de China, hay contabilizados más de 45.000 ríos en el país y 2.865 lagos con aguas perennes de más de 1 Km2. Sin embargo, estos recursos hídricos aparentemente abundantes han sido gravemente sobrecargados y contaminados y se han utilizado de manera ineficiente, lo que ha provocado un gran estrés hídrico, escasez de agua y suministros limitados.
La mayoría de los ríos más grandes y abundantes de Asia se originan en la meseta tibetana que alberga la capa de hielo del Hindu Kush Himalaya (HKH). La nieve y los glaciares en estas montañas contienen el mayor volumen de agua dulce mundial, después de las capas de hielo polares, lo que lleva a los hidrólogos a apodar a esta región como el Tercer Polo. Este llamado Tercer Polo abarca la meseta tibetana, el Himalaya, el Hindu Kush, el Pamir y las montañas Tian Shan y tiene la mayor cantidad de glaciares y nieve después del Ártico y la Antártida, más de 46.000 glaciares, el 14,5 % del total mundial. Pero a diferencia de aquellos, cuyos glaciares fluyen directamente hacia el océano, el agua de la nieve proveniente del Tíbet se convierte en la fuente de diez de los ríos más grandes del mundo, el Amu Darya, Indo, Sutlej. Ganges, Brahmaputra (Yarlung Tsangpo, en China), Irrawaddy, Salween, Mekong, Yangtze y el río Amarillo. Estas gigantescas masas de hielo de la alta montaña son clave para sustentar los ecosistemas, regular el clima y modular el flujo de los ríos, lo que impacta en la vida de aproximadamente 2.000 millones de personas. Todos estos cursos de agua cumplen además una función crucial, ya que a lo largo de su vasta extensión fertilizan las llanuras y los arrozales. Asia también está dominada por el monzón, que provoca fuertes lluvias en solo unos pocos meses del año por lo que el mantenimiento del flujo anual de estos ríos depende en gran medida del efecto regulador de los glaciares que se derriten en el Tíbet.
Dada su altitud y sus vastos glaciares, junto con sus caudalosos ríos, el Tíbet es considerado también como la «Torre del Agua” de Asia (Fig. 1) que almacena y distribuye agua de forma natural a lo largo de los cursos de los ríos para proporcionar riego, agua potable y energía hidroeléctrica, aunque los enfrentamientos entre países, junto con el cambio climático, podrían poner en peligro estos recursos naturales. China e India llevan décadas enfrentados por la inacabada resolución de su disputa fronteriza y, desde los años 90, la frontera ha vivido periódicas tensiones que han conducido a un juego de equilibrio de poder en el escenario geoestratégico del Himalaya donde se pugna por la hegemonía en el sur de Asia. La región de Arunachal Pradesh, reclamada por China como territorio perteneciente al Tíbet, es una de las zonas más militarizadas de Asia y el mayor foco de tensión territorial entre China e India, aunque se piensa que es improbable el estallido de un conflicto bélico dada su complicada geografía.
Figura 1: Torre del Agua de Asia. Fuente: 21st century Tech Blog.
Desde mediados del siglo XX, debido al calentamiento global, el aumento de las temperaturas ha provocado índices de derretimiento insosteniblemente altos para muchos glaciares en la meseta tibetana, reduciéndose continuamente el volumen de almacenamiento de hielo. Las condiciones y la estabilidad de la Torre del Agua de Asia se ven afectadas por el retroceso de los glaciares, el colapso del hielo y el permafrost, la proliferación y expansión de los lagos glaciares y las frecuentes inundaciones por desborde violento de los mismos que representan una gran amenaza para la población y las infraestructuras locales, con repercusiones en el progreso socioeconómico de la región. Los científicos predicen que el efecto modulador de los glaciares sobre el flujo hídrico probablemente disminuya, y quedarán más dependientes de las lluvias o a merced de las sequías.
Según el Panel Internacional sobre Cambio Climático (IPCC), en virtud de su geografía, la meseta tibetana es particularmente sensible y vulnerable al impacto del cambio climático. El aumento de la temperatura media aquí ha sido superior al promedio mundial y se espera que esta tendencia continúe. Se calcula que a medida que las temperaturas aumentan, al menos un tercio de los glaciares del Hindu Kush Himalaya se agotarán para el año 2100, incluso si el calentamiento global se mantiene en 1,5 ° C por encima de los niveles preindustriales. Existe una creciente preocupación por el impacto del derretimiento de los glaciares en la meseta tibetana y la disponibilidad de agua en la región y en los países ribereños.
China es el país más poblado del mundo y uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero por lo que sufre una notoria contaminación atmosférica. Sus industrias intensivas en carbono han causado desafíos medioambientales adicionales, como la escasez de agua y la contaminación del suelo. El agua es uno de los temas de preocupación más críticos para el desarrollo económico de China. La situación se ve agravada por eventos antropogénicos como la contaminación, patrones exorbitantes de consumo de agua y una distribución desigual de los recursos hídricos, con impactos devastadores en los ecosistemas. Las relaciones internacionales, la seguridad alimentaria y la salud pública también se ven afectadas.
Los recursos hídricos en cantidad suficiente y de calidad adecuada son críticos para garantizar la producción de alimentos y la seguridad alimentaria. China se enfrenta a la escasez, así como a la contaminación de los recursos hídricos y al impacto sobre el medio ambiente. La utilización de fertilizantes químicos y plaguicidas garantizan el suministro de alimentos, si bien, su aplicación exacerba el deterioro de los recursos hídricos y produce eutrofización de la superficie del agua y contaminación de las aguas subterráneas. A esto hay que añadir el incremento gradual del vertido de aguas residuales industriales, domésticas y agrícolas que ha provocado que muchos ríos y lagos tengan una calidad de agua inadecuada. A pesar de los esfuerzos del gobierno chino para mejorar los estándares de calidad del agua en los últimos años, la contaminación en algunos de los principales ríos y lagos continúa y la calidad de estos recursos hídricos todavía está en los niveles de grado IV y V (calidad del agua que está muy contaminado) situación que plantea graves complicaciones para la salud.
Debido a los impactos antropogénicos sobre el medio ambiente, China ha dirigido su mirada hacia la Torre del Agua para la obtención de recursos hídricos. Sin embargo, el aumento de la temperatura por el cambio climático ha provocado un retroceso en la mayoría de los glaciares, dejando al descubierto terreno antes inaccesible por la presencia de grandes masas de hielo. Esto ha supuesto el inicio por parte de China de operaciones mineras a gran escala en su parte de la controvertida frontera con India en el Himalaya, y ha descubierto un vasto tesoro de oro, plata y otros minerales valiosos y tierras raras. En solo unos pocos años, algunas de estas zonas remotas y tranquilas de pastores tibetanos se han convertido en centros mineros en auge con el establecimiento de extensas infraestructuras. A lo largo de la conflictiva línea de confrontación militar con India, se han excavado enormes y profundos túneles en las montañas para cargar y transportar toneladas de mineral por las carreteras construidas. Toda esta actividad ha contaminado la cuenca del Yarlung Tsangpo además de afectar a la calidad del agua en los ríos de la meseta central. Asimismo, la alta contaminación del procesamiento de tierras raras ha generado gran preocupación por los productos químicos utilizados para su extracción y los residuos radiactivos. Esto conduce a la contaminación del agua y suelo de la región, de los animales que allí viven, los alimentos y a los consiguientes problemas de salud.
El cambio climático es en parte responsable de la distribución cambiante y desigual de los recursos hídricos en China. Con los cambios en las precipitaciones y el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos, los principales ríos de China han retrocedido gradualmente durante las últimas décadas. Estos efectos son más evidentes en las regiones áridas del país, siendo la cuenca del río Hai-Luan la más vulnerable a estos cambios, seguida por la del río Huai y el río Amarillo, cuna de la civilización China, que es ahora uno de los ríos más contaminados del mundo y que se ha secado ya varias veces en las últimas décadas.
Actualmente, La preocupación es que la dependencia del agua para el crecimiento supera con creces la capacidad de recuperación del recurso, y este patrón de sobreexplotación, si continúa, podría conducir a una grave crisis del agua que amenaza todo el desarrollo del país.
China ha reclamado la propiedad de las aguas que se originan en el Tíbet y que fluyen hacia otros países lo que la convierte en controlador aguas arriba de siete de los ríos más caudalosos del sur de Asia: el Indo, el Ganges, el Brahmaputra, el Irrawaddy, el Salween, el Yangtze y el Mekong que desembocan en Pakistán, India, Bangladesh, Myanmar, Laos y Vietnam. Los demás países del sur y sudeste de Asia que son irrigados con el agua que fluye desde la meseta tibetana también podrían convertirse en víctimas de la escasez del agua en China. Si los suministros de agua de la meseta tibetana comienzan a disminuir, será más probable que China almacene agua para sus propios ciudadanos. Estos países ya están haciendo frente a recursos hídricos contaminados, inestables y en declive, y la situación podría empeorar si China embalsa o redirige el flujo de los ríos que proporcionarían el agua que tanto necesitan.
China se enfrenta a conflictos domésticos por el agua, principalmente en cuestiones como la distribución y su uso entre las regiones sur y norte del país que pueden intensificarse, la contaminación del agua entre jurisdicciones y la construcción de presas hidroeléctricas que podrían provocar disturbios civiles. Por lo tanto, estas preocupaciones han obligado a China al desarrollo de proyectos de infraestructura hídrica en los ríos transfronterizos del Tíbet para afrontar el desafío de la escasez de agua. Así, la construcción de presas hidroeléctricas en China a lo largo del río Yarlung Tsangpo se ha convertido en una fuente adicional de fricción entre China e India. China también ha construido una presa en la parte superior del río Mekong, que es una importante fuente de conflicto entre China y los países del sudeste asiático y ha provocado críticas internacionales. La canalización y desvío de agua que habría fluido hacia otros países, y su contaminación cada vez más acusada, no es más que un trampolín que está fermentando el debate y la tensión política entre China y los países vecinos.
Tras la decisión de China de reducir las emisiones de carbono mediante el desarrollo de energía limpia para combatir el cambio climático, es probable que construya más presas a lo largo de estos ríos transfronterizos. Por ello, los recursos hídricos del Tíbet se han convertido en un elemento estratégico cada vez más crucial que Beijing intenta administrar y controlar. Sin embargo, la construcción no regulada de presas y canales podría exacerbar aún más el impacto del cambio climático y aumentar el problema de la escasez de agua.
Los planes energéticos del Consejo de Estado de China para el duodécimo plan quinquenal (2011-15) y el decimotercer plan quinquenal (2016-2020) confirmaron las intenciones del gobierno de impulsar el proyecto hidroeléctrico en la meseta tibetana para expandir su sector de energía renovable. China quiere triplicar su capacidad hidroeléctrica a 300 GW, por lo que está represando cada vez más los ríos transfronterizos para lograr sus objetivos de energía limpia. En enero de 2013, fueron incluidos en el plan energético tres proyectos hidroeléctricos en el Yarlung Tsangpo, antes un río de caudal libre, ahora represado en cada sección. En el año 2015, se puso en marcha el primer proyecto de 510 MW de potencia en Zangmu, en el 2020 inició su funcionamiento un sector de Jiacha con capacidad total para 320 MW, mientras que otras presas como la de Jiexu o Dagu (640 MW) están siendo desarrolladas en los cursos superior y medio del río. Este pasado mes de marzo se aprobó el decimocuarto plan quinquenal (2021-2025) que incluye, entre otros proyectos, la construcción del controvertido y enorme proyecto de la presa de 60 GW en la Gran Curva del río Yarlung Tsangpo, en el condado de Medog, cerca de la frontera de Arunachal Pradesh, donde el terreno desciende 2.000 metros en corto espacio, siendo un lugar ideal para aprovechar la energía hidroeléctrica que ayudará a China a lograr la neutralidad de carbono para 2060 (Fig.2). Este proyecto genera preocupación entre los países ribereños aguas abajo y podría amplificar aún más el riesgo de conflictos. China ha afirmado que se trataría de un proyecto hidroeléctrico de pasada (run of the river), que no implicaría el almacenamiento o desvío de las aguas del Brahmaputra, pero los expertos piensan que es probable que se construya con una capacidad de almacenamiento sustancial que podría reducir el flujo de agua río abajo, especialmente durante el llenado de la presa, un proceso que podría llevar meses y también durante las estaciones secas. Esto tendría un elevado impacto sobre los recursos hídricos en los países ribereños, en su agricultura, al disminuir el aporte de limo a los terrenos y sobre el frágil ecosistema de esta región del Himalaya. También se incrementaría el riesgo sísmico en una región ya propensa a los terremotos, lo que aumentaría el riesgo de fractura de la presa y liberación repentina de agua. India también está preocupada por la liberación de agua durante los monzones por parte de China ya que podría ser desastroso para unos territorios ya inundados por las incesantes lluvias. Este escenario convertiría la política hídrica de China en una «amenaza existencial» para los estados ribereños inferiores. Para mitigar los efectos de estas mega estructuras, India también está considerando un plan para construir un proyecto hidroeléctrico de 10 GW en Arunachal Pradesh, entre otras estructuras.
Figura 2: Proyectos de presas en el Brahmaputra. Fuente: The Hindu
China, consciente del papel estratégico de los suministros de agua dulce del Tíbet, actúa como hidrohegemón. Para la India, la condición de China como estado ribereño superior representa un desafío casi insuperable para garantizar el acceso compartido a los ríos transfronterizos. Y como han dejado en claro los recientes enfrentamientos en la frontera entre China y la India, la India debe evaluar cómo China podría «utilizar como arma» su ventaja sobre esos países aguas abajo. No existe un acuerdo formal entre China y los países río abajo sobre el uso de sistemas fluviales compartidos. Para 2025, se prevé que la escasez de agua afectará a 1.800 millones de personas por lo que cualquier alteración del flujo proveniente del Tíbet podría tener consecuencias nefastas para la exacerbación de los conflictos.
Está claro que el cambio climático no ayuda a la desescalada de las tensiones entre India y China. El agua dulce es un bien preciado y muchos expertos han advertido sobre posibles futuras «guerras del agua» entre China e India y la misma dinámica podría desarrollarse en el sudeste asiático. La clave para mitigar los conflictos hídricos transfronterizos y promover la cooperación hídrica en Asia está, en gran parte, en manos de China por ser el estado ribereño superior. La desconfianza por la gestión de los ríos compartidos sigue siendo alta, por lo que, si China y el resto del continente quieren hacer de un posible conflicto por el agua un compromiso constructivo, entonces será necesario establecer un diálogo y cooperación sobre el agua.
A nivel práctico, la gestión eficaz del agua de lluvia y de los ríos es un recurso crucial, aunque hay margen para una mayor diplomacia. Es importante la transparencia entre las partes, asegurando desde China el intercambio de datos sobre el flujo de ríos y los sistemas de alerta temprana en la región fronteriza que podrían ayudar a India a responder ante los crecientes desastres naturales y evitar conflictos. Además, India podría liderar una coalición de países ribereños para negociar colectivamente con China y forjar una estructura institucional común para una mejor gestión transfronteriza de los ríos compartidos. La comunidad internacional podría actuar como mediador para apoyar este proceso discretamente, con asistencia técnica y fomentando la confianza. El objetivo ideal sería la firma de un tratado integral de gestión de cuencas hidrográficas que involucrara a todos los estados ribereños, basado en estudios científicos e independientes.
El estado de la Torre del Agua es un problema transfronterizo fundamental, afectado por las agresiones antropogénicas y el calentamiento global, que repercute sobre el recurso de vida principal, el agua, que puede convertirse en grave fuente de conflicto interestatal. A pesar de las tensiones entre las partes, es necesario un compromiso para llegar a acuerdos que permitan un desarrollo sostenible de la zona, se evite la degradación del Tercer Polo y las repercusiones que conllevaría sobre el ecosistema y sobre el mantenimiento en buen estado de los recursos hídricos en todos los países ribereños.