El comunismo chino y su influencia en la lucha antifranquista Marcelo Muñoz, Presidente emérito y fundador de Cátedra China, decano de los empresarios españoles en China.

In Estudios, Sociedad by Xulio Ríos

La etapa de lucha antifranquista –desde los 60 a final delos 70-, se caracteriza, en mi opinión, por  estos rasgos comunes, en mayor o menor grado, a los más conscientes de aquellos combatientes que fueron muchos:

-búsqueda de modelos para vencer la dictadura y para construir una nueva sociedad;  necesidad de estudio y debate político.

-combatividad: gran dedicación de tiempo y energías, y, por qué no decirlo, valentía.

-amplio margen para cometer errores.

Buscando un modelo

Desde el inicio de la guerra civil la derecha de cualquier matiz se había identificado, en general, con el franquismo y con su ideología fascista – nacional católica.

La izquierda fue eliminada y diezmada de múltiples formas en los primeros decenios, o estaba, en general, aplastada por el terror, y empezó a emerger en los 60 desde la generación joven,  en las minas, las fábricas, la Universidad y los sectores profesionales.

Y encontró dos modelos: uno, muy extendido, el Partido Comunista, apoyado en el prestigio, idealizado y acrítico de la URSS,  con gran peso y presencia en todas las movilizaciones y reivindicaciones como el gran impulsor de la mayoría de ellas, muy organizado desde la clandestinidad; con un gran poder de captación en las generaciones nacidas después de la derrota en la guerra civil; añadía a ello la aportación de antiguos combatientes que, dentro y  fuera de España, dirigían la lucha y aportaban su experiencia y preparación política y una ideología, al principio muy seguidista de la URSS, después más matizada por el eurocomunismo. Todo ello le abrió camino en muchos ámbitos de la sociedad civil española y en todas las organizaciones antifranquistas que iban surgiendo en el movimiento obrero, la Universidad los colegios profesionales…incluso en sectores minoritarios de la Iglesia Católica.

El modelo alternativo que atrajo a una parte  de la generación joven que se rebelaba contra el franquismo se  abrió paso con gran dificultad y, quizá por ello, nació muy atomizado en diversos grupos y partidos:  fue el maoísmo, su ideología y su política, que llegó a estos grupos ya a final de los 60, cuando el PCE estaba muy asentado en todos los sectores de la oposición al fascismo franquista; los  grupos maoístas tuvieron que hacerse un hueco en la lucha antifranquista, por una parte y, además, necesitaron  encontrar sus propias señas de identidad política,  reivindicativa y  estratégica. Así surgieron el Partido de las Trabajadores de España, la Organización Revolucionaria de los Trabajadores, el Movimiento Comunista de España…., con influencia relativamente importante, según zonas geográficas y sectores, e una parte no pequeña de la actividad política antifranquista.

El Partido Comunista Chino de Mao en España

Si hoy todavía el PCCh, China en general, son insuficientemente conocidos y peor comprendidos,  el conocimiento de China y su política que se podía tener en España, con una censura política total, estaba totalmente limitado y condicionado;  la posibilidad de conocer la lucha ideológica y política que se desarrollaba en China, precisamente en esos años (68-78), era casi nula. La poca información que llegaba, no sólo a España, sino a toda Europa, procedía de los órganos oficiales del Partido Comunista Chino, que estaban, en esos años, en manos del sector maoísta.

El debate o la lucha ideológica y política entre la Reforma y el Maoísmo había comenzado en China en 1956, en la reunión en que Mao quiso dar el  paso a la implantación del comunismo con “el gran salto adelante” y las comunas. Y encontró una resistencia fuerte en buena parte de los dirigentes del Partido y el Ejército Popular de Liberación: Liu Shaoqi, Deng Xiaoping, Peng Dehuai… y  muchos miles de cuadros medios. Esta resistencia, con su política de reforma gradual, necesaria antes de la implantación del comunismo, hizo perder el poder a Mao desde 1962.  Y Mao se replegó y esperó a contraatacar hasta  1966, con el lanzamiento de la llamada Gran Revolución Cultural Proletaria. Y sus seguidores más fieles, poco después liderados por  la llamada Banda de los Cuatro, tomaron, de hecho, el poder, en una especie de golpe de estado; y uno de los organismos que pudieron controlar fue el de la propaganda exterior.

Así a Europa, y a escala reducida, a España, llegó una visión del comunismo chino muy vinculada a esa corriente maoísta y absolutamente desconocedora de la corriente reformista  que no se impuso hasta  1978, cuando los grupos maoístas españoles estaban desintegrándose, sin haber podido conocer la lucha ideológica y política entre esas dos líneas del Partido Comunista Chino, y el cambio de rumbo que se imponía en China, precisamente en los años en que ellos iniciaban su lucha antifranquista como alternativa al PCE. Sería  una ucronía analizar qué hubiera pasado si hubieran conocido ese nuevo rumbo: no lo pudieron conocer y algunos de aquellos militantes maoístas quizá aún no lo reconocen.

El modelo chino maoísta, de la Revolución Cultural, por tanto, se quiso trasponer a España, cuando en China ya estaba superado por la corriente de la Reforma y, además, se quiso trasponer miméticamente, con una gran dosis de dogmatismo, que dividió a una izquierda revolucionaria potente, en diferentes Partidos, en parte enfrentados entre sí por disquisiciones ideológicas, que dificultaron o debilitaron una política unitaria antifranquista, que, sin duda,  era  muy combativa.

La combatividad sí la copiaron acertadamente del comunismo chino los grupos maoístas españoles; y fue una gran aportación, a mi juicio, a la lucha contra la dictadura y por la democracia; pero fue un grave error mimetizar la línea política de la banda de los cuatro, lo que contribuyó a muchos de sus errores y, finalmente, en poco tiempo, les llevó a su desaparición.

Aquellos dirigentes políticos de los partidos maoístas españoles eran muy bien recibidos en China. Prácticamente todos hicieron un viaje, invitados oficialmente, y “conocieron” de cerca  la versión maoísta-banda-de los cuatro del comunismo chino. Fue al final de la década delos 60 y principio  de los 70, cuando los líderes chinos  –decenas de miles-  de la línea de la Reforma del PCCh  estaban en el exilio  interior, en la cárcel o habían sido eliminados; por tanto, esos dirigentes maoístas  españoles no pudieron ni atisbar que esa línea de la Reforma iba a triunfar en pocos años. Y se trajeron a España la versión maoísta del comunismo chino, que trasladaron, reforzada, a sus bases, para marcar su línea política de su lucha contra el franquismo: democracia popular, la revolución cultural, de las masas a las masas…. Su fijación en las tesis maoístas, precisamente, les hizo perder  “contacto con las masas” y, sobre todo, les impidió definir una estrategia, una política y una movilización de los sectores populares que posibilitase una transición democrática más completa y perdieron todo peso en su posible contribución a la transición democrática y a las nuevas instituciones surgidas con la Constitución, en las que no pudieron participar, por su exiguo resultado electoral.

A pesar de todo ello, es justo reconocer que, estoy convencido, hicieron una gran aportación al derrocamiento del franquismo y a la posibilidad de la democracia.

Algunas claves para comprender el “error” de los pardos maoístas españoles

El comunismo maoísta

Mao pretendió establecer una sociedad comunista, tras los primeros años de reconstrucción nacional, utilizando toda su autoridad y su prestigio, y apoyado por la mayor parte del Partido y del Ejército, con el objetivo de establecer una sociedad igualitaria, sin clases, con todo el poder económico en manos del Estado, bajo la dictadura del proletariado; una copia, adaptada a China, del modelo soviético; es decir, un régimen comunista.

Mao consiguió la reunificación política del país, pero  fracasó estrepitosamente a la hora de dotar al pueblo chino de prosperidad material. Muchos otros dirigentes no estaban de acuerdo con este proyecto de Mao, aunque el desacuerdo estuvo solapado por la urgencia de la reconstrucción del país.

A partir de 1956, Mao intentó  la implantación efectiva del comunismo con el llamado Gran Salto Adelante, la organización  de las comunas agrícolas y otras medidas de corte comunista: para él, y no pocos de sus seguidores, el comunismo dejaba de ser un objetivo de futuro para convertirse en un programa político inmediato.

Se opusieron frontalmente a ello, desde el primer momento,  otros máximos dirigentes del Partido y el Ejército, como su lugarteniente, Liu Shaoqi,  que fue nombrado poco después Presidente de la República Popular en sustitución del propio Mao, el mariscal Peng Dehuai, Ministro de Defensa y Comandante en Jefe del Ejército, Zhou Enlai, Primer Ministro,  Deng  Xiaoping, Secretario General del Partido…  y miles y miles de dirigentes intermedios y   jefes militares,  que recorrieron el país para explicar su posición y recabar apoyos, pues el prestigio de Mao era incuestionable. No eran disidentes aislados, sino una facción muy amplia de dirigentes, como si fuera otro Partido, como si hubiera dos Partidos, en distinta correlación de fuerzas.

Este enfrentamiento durará más de 20 años:  dos programas políticos muy distintos: el maoísta, de inspiración comunista clásica, que lidera Mao y sus seguidores; y el de la Reforma, que luego se llamará “socialismo de características chinas”, equivalente, para muchos,  al socialismo europeo, que liderarán Deng Xiaoping y otros,  seguidos por facciones  importantes del  Partido, el Gobierno y el Ejército.

Surge el Partido Comunista de la Reforma

En medio de esta batalla política, que se  manifestará más dramáticamente desde 1966, ante el desastre de las medidas económicas que Mao quiere  imponer, los reformistas convocaron, con la autoridad de Liu Shaoqi,  como Presidente de la República, a siete mil altos dirigentes  de todo el país, para dirimir las diferencias entre las dos políticas: instauración del comunismo ya, o un proceso de reformas gradual, ordenado, que tenga en cuenta determinadas leyes de la economía.

El 20 de enero de 1962 el Presidente Liu se dirigió a esos siete mil dirigentes, con  un discurso, para sorpresa de Mao, de ataque  al “Gran Salto Adelante” y a las Comunas, y  en defensa  de reformas graduales,  y renuncia a la implantación inmediata del comunismo.

Mao escuchó furioso, mientras Liu era ovacionado por la mayoría de los asistentes, que, a continuación, hicieron llegar el texto a todos los rincones del país y del Partido: fue un primer triunfo de los reformistas  y la primera derrota del maoísmo, aunque pudo  durar muy poco.

Mao recupera el poder

Mao nunca lo perdonó; esperó cuatro años para  el contraataque: en 1966, apoyado en el sector del Partido  enemigo encarnizado de la Reforma,  inició la Revolución Cultural, como un auténtico golpe de Estado, para implantar el comunismo, cuando los reformistas no habían tenido tiempo aún de aplicar su Reforma.

Con la Revolución Cultural predominó la  represión, con millones de víctimas,  entre ellas   dirigentes reformistas  destacados,  miles de cuadros y decenas de miles de militantes, la mayoría  desterrados  a trabajar en el campo, muchos fallecidos en el destierro, en  la cárcel, o por las torturas;  se cerraron casi todas las Universidades y Centros de estudio y la Reforma quedó eliminada.

Deng Xiaoping y su línea de Reforma resisten

Entre los muchos supervivientes de esa batalla destacó  Deng Xiaoping, que, tras  años de destierro silencioso, a partir del 72, reanudó una cierta actividad política, semi clandestina,  viajando por toda China,  y restableciendo contacto  con miles de dirigentes, incluso aclamado en actos públicos.

En 1973, fue nombrado Viceprimer Ministro  por el  primer Ministro Zhu Enlai, gran defensor de la Reforma, con el apoyo del mariscal Ye, Jefe del Alto Estado Mayor;  y, en calidad de tal, asiste a la Asamblea General de Naciones Unidas en representación de China,  sorprendiendo al mundo, con  la teoría de los Tres Mundos,  universalmente aceptada desde entonces. Y repone en puestos clave a un gran número de reformistas.

En 1975  Deng expuso  en el Congreso del Partido su objetivo: «Llevaré a China a la cúspide de la economía mundial para el año 2000».

Y la batalla entre las dos facciones continuó.

A la muerte de  Zhou Enlai,  enero de 1976, el Gobierno le niega funeral de Estado, pero una muchedumbre de más de un millón de personas, en la plaza Tienanmen, le rinde honores. Un mes después, cerca  de  dos millones de personas-, a lo largo de dos semanas, se concentran en  homenaje a Zhou Enlai, y en expresión de apoyo a la reforma, en la fiesta de los antepasados, en la misma plaza.  Todo acabó  el 7 de abril con una brutal represión, un número indeterminado de muertos y heridos y graves enfrentamientos con la policía, que necesitó doscientos camiones para retirar los restos del homenaje.

Y siguió la encarnizada lucha política entre reformistas y maoístas, que conviven en puestos de poder, sin aún aclararse quién tiene todo el poder, y que tendrá sus últimos coletazos 23 años después,  en Tienanmen 1989.

Deng, en un pulso claro con los maoístas, y todavía con Mao vivo,  convirtió el discurso en los funerales de Zhou, enero de 1976,  en una defensa de la reforma y un ataque a los que se oponían a ella: fue destituido y los maoístas  decidieron detenerle. Pero pudo esconderse en Cantón, en la residencia del Mariscal Ye, que había puesto a su disposición un avión militar. Desde ese “refugio” preparó  con el Mariscal su vuelta y la caída definitiva de la Banda de los Cuatro y del maoísmo, gracias al apoyo de millones de partidarios.

Derrota  ¿final? de los  maoístas

El 20 de octubre de 1976, recién fallecido Mao, el mariscal Ye dirigió la  detención de los máximos dirigentes de la Revolución Cultural, la llamada banda de los cuatro, incluida la viuda de Mao, y neutralizó varios intentos de las milicias maoístas por recuperar el poder.

Esa  detención provocó, inmediatamente,  un gigantesco desfile  en Beijing de cientos de miles de personas, incluidos muchos cuadros del Partido,  que habían vuelto del destierro, y que   confluyeron en Tiananmen con el grito: ¡Shengli! ¡Shengli!, ¡Victoria! ¡Victoria!…Y cuatro días después  se organizó el gran desfile para celebrar el fin  de la Revolución Cultural,   decisión ya aprobada por el Politburó.

Para vencer  la aún fuerte resistencia de los maoístas, fue necesaria otra gran manifestación de más de un millón de personas el  17 de abril de 1977, para exigir la vuelta de Deng;  y, el 20 de julio,  otra manifestación masiva para celebrar su vuelta,  junto a la de otros miles de dirigentes.  La batalla entre reformistas y maoístas no fue una batalla sólo entre dirigentes sino con la participación de millones de personas.

Se consumó así la  derrota definitiva  del maoísmo, con fuertes apoyos, pero con  enfrentamientos aún por llegar,  y con  la larga batalla pendiente del desmantelamiento de las estructuras del comunismo maoísta.  Como dijo Deng, “harán falta veinte años para eliminar su influencia…pues han saboteado la ciencia, y, como consecuencia,  llevamos… años de retraso…, han convertido a una generación entera en minusválidos intelectuales”.

Un comunicado del Comité Central, en 1981  declaró: «Mao cometió errores de enorme magnitud y duración».

Es evidente que todo este análisis choca con el esquema o la imagen que tenemos de China, alentada todos los días en  nuestros medios. Merece la pena, pues que lo desmenucemos en detalle, por pasos, y con datos de la realidad.

La figura de Deng

Deng,  convencido de que la economía planificada importada por Mao Zedong de la URSS no podía funcionar, impulsó, desde 1978, la economía de mercado «con características chinas»,   que  iba a necesitar un proceso largo y complejo, desde 1978,  para entrar en los  parámetros económicos del  capitalismo. No sin razón varias publicaciones occidentales  consideraron a Deng, a su muerte, una de las figuras políticas más relevantes del siglo XX.

Apoyado en las fuerzas  progresistas del Partido Comunista chino,  impulsó el desarrollo, bajo una estructura capitalista de tipo socialista, con tanto éxito, en tan corto tiempo y para una población tan inmensa, que hoy  se estudia en muchas Escuelas de Negocios de todo el mundo: China pasa, en  cuarenta años , de  país  subdesarrollado, a  segunda potencia mundial.

Impulsa un ensayo político inédito, sin precedentes, que no sólo transforma China, sino que influye en la caída de la URSS,  en la transformación de otros partidos comunistas y en la emancipación y desarrollo de lo que él denominó en 1973  “Tercer Mundo”

Su objetivo fundamental: la reconstrucción económica de China: la reforma de sus estructuras económicas, y la apertura al exterior, o “política de puertas abiertas”. Una ambiciosa reforma para desmantelar la estructura económica  planificada e ir, gradualmente y por sectores, abriéndose hacia una economía de mercado. Es el gran golpe de timón que da a la línea programática el Partido Comunista chino.   Su resultado será, en pocos años una estructura de economía de mercado.

El Partido Comunista Chino: algunas claves

     Mark Leonard, director del tink tank  European Council for Foreign Relationships

“ partido único en que se consolida progresivamente la meritocracia, el principio de legalidad y el estado de Derecho…su modelo de dictadura deliberativa para demostrar que los estados de partido  único pueden también propiciar la estabilidad”

Por ser  el artífice del milagro económico y del ascenso fulgurante de China en los últimos cuarenta años, juega hoy un papel de relevancia global pero también suscita posturas muy encontradas en los círculos políticos y de opinión occidentales.  (Mariola Moncada)

       Su objetivo central, desde el principio, fue reconstituir la soberanía nacional de China, restablecer su unidad y terminar  con las agresiones exteriores.

Pero  sin renunciar a buena parte de sus tradiciones milenarias, como  el confucianismo, con su concepción de la persona en sociedad, la meritocracia… Los dirigentes  del Partido Comunista asumieron la función de gobierno que antes había correspondido a los mandarines. El PCCh  aglutina a “los que gobiernan”, las personas que por sus méritos, su formación y su experiencia, tienen la responsabilidad de gobernar el país,  personas especialmente preparadas para ocupar los puestos de gobierno. Es una organización fuertemente centralizada,  imprescindible para mantener la unidad en un país tan vasto y poblado como China.

Como señala Lucian Pye, “los chinos… no abandonaron la esencia de su legado confuciano al adoptar el comunismo”.

Hoy el Partido Comunista Chino cuenta con 94 millones de miembros, con una política de promoción y distribución del poder, basada en parte, en elecciones internas muy complejas y en la meritocracia que exige siempre una muy cuidada selección, contrastada con la experiencia de gobierno a diversos niveles.

Evidentemente no coincide nada con los parámetros occidentales, está muy lejos de nuestra práctica política.

            Pese a los errores cometidos, la represión de Tienanmen (que también necesita desmitificación) y la corrupción, el Partido Comunista conserva grandes activos  frente al pueblo chino:   devolvió a China la unidad nacional, le permitió superar una larga crisis que se arrastraba durante un siglo, y le ha transformado en una potencia cada día más  respetada en la comunidad internacional.

Como dice la Cambridge History of China, “…. los comunistas chinos pueden ser vistos como otra ‘dinastía’ unificadora, equipada con un presidente ‘imperial’, una burocracia, una ideología”;  liderando un gran proceso de transformación económica,  una mejora espectacular en las condiciones de vida de la población, ha permitido una gran extensión de las libertades personales y ha multiplicado las oportunidades que se abren ante los ciudadanos… ha protagonizado la mayor revolución económica de la historia de la humanidad… que nunca antes un colectivo tan grande de población había experimentado, una mejora tan radical de sus condiciones materiales de vida en un periodo de tiempo tan corto.

A veces se tiende… a considerar que, mientras China ha registrado una gran transformación económica, no ha habido ningún cambio en el sistema político y en el marco de libertades… Se infravalora que, durante estos años de  la reforma, se ha registrado una enorme mejora en las condiciones de libertades personales en que vive el pueblo chino… Si bien la reforma no se propuso traer a China la democracia,  el pueblo chino ha dejado de vivir con el miedo a los sobresaltos, las campañas políticas y las purgas que caracterizaron a la China de Mao… la situación se ha vuelto más segura y predecible…con  una disminución de la intervención del Estado en la vida social… La China de la reforma ha supuesto una gran mejora en el nivel de vida, pero también en las libertades y en la seguridad personales, aunque la distancia que todavía pueda haber con otras partes del mundo siga siendo grande.

La política china ha cambiado casi tanto como la economía pero no en la dirección que querría Occidente.