La victoria colorada en las recientes elecciones paraguayas ha alejado la perspectiva de un reconocimiento diplomático por parte de Asunción de la República Popular China. El candidato opositor Efraín Alegre lo incluía en su programa electoral como una medida estrella, a diferencia del oficialista Santiago Peña, comprometido con el mantenimiento de la relación con la República de China (Taiwán), establecida en 1957 e invariable desde entonces. Paraguay es el único aliado diplomático de la República de China en América del Sur.
Lo acontecido con Paraguay no afecta, sin embargo, a la tendencia general, definida por el imparable avance de los reconocimientos de Beijing en un progresivo y constante goteo diplomático a favor de la China Popular. Durante los últimos años, los países centroamericanos y caribeños como Panamá, República Dominicana, El Salvador y Nicaragua han decidido sucesivamente romper las supuestas relaciones diplomáticas que mantenían con Taiwán. Honduras fue el noveno aliado diplomático, y el quinto en América Latina, perdido por Taiwán ante Beijing desde que la presidenta Tsai Ing-wen asumió el cargo en mayo de 2016, dejando solo 13 países en todo el mundo que reconocen formalmente a la República de China. Beijing mantiene relaciones con 181 países en todo el mundo.
De la diplomacia del dólar a la tregua diplomática
Hoy por hoy, China tiene a su favor la expectativa que despierta su posición de segunda potencia económica global en cualquier capital del mundo. Es el interés por los beneficios derivados del intercambio comercial o la pujanza de las inversiones lo que motiva principalmente el cambio de reconocimiento. Por lo general, no cabe apreciar en ello mayores juicios, especialmente de naturaleza política o estratégica. Pero no siempre ha sido así.
En la trayectoria que se inicia tras el triunfo de Mao en la guerra civil china, que supuso también el refugio de su rival Chiang Kai-shek, líder del Kuomintang (KMT), en la isla de Taiwán para mantener la continuidad de la República de China derrotada en el continente, hay varios puntos de inflexión en este orden de los reconocimientos.
Hasta comienzos de los años setenta, la primacía de Taipéi fue indiscutible. La sustitución de Beijing por Taipéi en la ONU inició un vuelco que alcanza hasta hoy día, instituyendo una larga pugna mediatizada por las idas y venidas de aliados en función del ejercicio de la “diplomacia del dólar”. Por aquel entonces, frente a la China pobre y convulsa, el tigre taiwanés de Chiang Kai-shek, conocido también como “Cash my check”, disponía el arbitrio de grandes recursos en forma de ayudas económicas para los aliados, dejando tras de sí un reguero de numerosos escándalos de corrupción. Si en 1971 el balance era 68-53 a favor de Taiwán, dos años más tarde era 31-89 a favor de Beijing.
Un segundo punto de inflexión cualitativo se produciría en el siglo XXI, cuando el gobierno de Ma Ying-jeou en la isla (2008-2016) avaló la “tregua diplomática” que congeló la pugna de los reconocimientos y facilitó una cierta inserción de Taipéi en algunos foros internacionales con la anuencia de Beijing. Ese proceso, que derivaba de la “tercera cooperación” establecida entre el PCCh y el KMT en 2005 para promover la reunificación de facto, se interrumpió con el relevo en Taipéi protagonizado por Tsai Ing-wen, del soberanista Minjindang o PDP (Partido Democrático Progresista).
En paralelo, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y el cambio de política de EEUU en relación a China han tenido como efecto en Taiwán la elevación sustancial de la trascendencia de la relación informal iniciada a finales de los setenta. Trump aprobó en 2020 la ley de Iniciativa de Protección y Mejora Internacional de los Aliados de Taiwán (TAIPEI, siglas en inglés), la cual tiene como objetivo apoyar la presencia internacional de Taiwán, advirtiendo de consecuencias económicas, de seguridad y diplomáticas a aquellos países que osen cambiar de bando.
Taipéi mantiene relaciones oficiales no diplomáticas con la Unión Europea y medio centenar de países más que, aunque reconocen a la República Popular China, mantienen oficinas económicas, comerciales o culturales en Taiwán. Estas relaciones no son intergubernamentales ni son oficialmente diplomáticas o políticas.
¿Es posible el doble reconocimiento?
En base al principio de Una sola China, hoy por hoy, es imposible el reconocimiento simultáneo de la República Popular China y la República de China. “Solo hay una China en el mundo y Taiwán forma parte de ella” y, por tanto, “solo Beijing representa legítimamente a China”. Cualquier país es conocedor de este dogma, insalvable para establecer relaciones diplomáticas con China.
Si China, siendo más débil, no aceptó el doble reconocimiento, menos probable parece que pueda hacerlo ahora cuando los vientos le son más favorables. Sin embargo, el debate al respecto se ha abierto de nuevo. En Taiwán, tratando de contrarrestar la tendencia que apunta a su práctica desaparición formal como sujeto internacional, se han planteado nuevas iniciativas para seguir siendo relevante diplomáticamente. El vicecanciller Alexander Yui insinuó recientemente la posibilidad de que países extranjeros reconozcan tanto a la República Popular China como a la República de China.
En una entrevista con Infobae publicada el 22 de marzo, Yui apuntaba que Taiwán estaba resistiendo los intentos de China de aislarlo al convertir en «socios relevantes» a países latinoamericanos como Argentina, Brasil, Chile y México. En alusión a Argentina específicamente, Yui dijo: «No estamos en condiciones de expulsar a la República Popular China de Argentina. Si pudiéramos coexistir en Argentina, estaríamos bien. Pero esa no es la posición de la República Popular China, desafortunadamente. Son excluyentes. Queremos ser inclusivos».
En una conferencia de prensa en Taipéi luego de la ruptura con Honduras el 26 de marzo, un periodista preguntó al Ministro de Relaciones Exteriores Joseph Wu si los comentarios de Yui significaban que Taiwán ahora alentaba a los países de todo el mundo a estar abiertos a la posibilidad de un «reconocimiento dual» de la República de China y la República Popular China: “No descartamos ninguna posibilidad en términos de nuestro compromiso con aliados no diplomáticos», respondió Wu.
La última vez que un ministro de Relaciones Exteriores de la República de China discutió el reconocimiento dual fue en 2012, durante el gobierno del KMT bajo el presidente Ma Ying-jeou. El entonces ministro de Relaciones Exteriores, David Y. L. Lin, rechazó la idea en medio de especulaciones de que Honduras estaba intentando establecer relaciones diplomáticas simultáneamente con Taiwán y China. «La República de China nunca aceptaría el doble reconocimiento», dijo entonces Lin a los periodistas.
Pero la respuesta del ministro Wu, dando alas a la posibilidad de que los países que no tienen relaciones diplomáticas con Taiwán acepten tanto a la República de China como a la República Popular China, fue recibida positivamente por miembros del gobernante PDP. Los independentistas taiwaneses son partidarios del reconocimiento dual porque, si funciona, significaría que Taiwán es independiente de la República Popular China, algo inadmisible para Beijing.
Académicos como Yen Chen-shen, investigador del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional Chengchi, considera que el reconocimiento dual no tiene ninguna posibilidad. Ciertamente, China nunca permitiría la existencia de «una China, un Taiwán» o «dos Chinas» en la comunidad internacional. Aun así, el subdirector de la Fundación de la Nueva Constitución de Taiwán, Sung Cheng-en, estudioso de la independencia de Taiwán y experto en derecho y política internacional, admitiendo que la República Popular China no permitiría que los países de todo el mundo reconocieran simultáneamente tanto a China como a Taiwán, considera que vale la pena explorar la iniciativa de reconocimiento dual. Su argumento es que las negociaciones sobre la posibilidad de establecer relaciones diplomáticas oficiales varían de un caso a otro y que, en algunos casos, Beijing no tiene tanta influencia como se podría pensar. En concreto, cita al Vaticano, el único país europeo que reconoce formalmente a la República de China, como ejemplo, asegurando que le importan poco los incentivos financieros de Beijing.
Yendo por libre, Francia intentó el reconocimiento dual en 1964, hasta que la República Popular China se opuso y Francia debió cortar los lazos con la República de China. Otros países también plantearon la idea cuando se vieron obligados a elegir entre la República de China y la República Popular China antes de que el primero perdiera su asiento en las Naciones Unidas frente al segundo en 1971.
Esas propuestas nunca fueron realmente aceptables porque en esa época, tanto la República de China como la República Popular China insistían en que solo ellos representaban legítimamente a China y ninguno estaba dispuesto a ceder en ese punto.
Bajo la presidencia de Lee Teng-hui, en la década de 1990, el jefe de la Comisión de Investigación, Desarrollo y Evaluación a nivel de gabinete, Wei Yung, sugirió que Taipéi debería adoptar el llamado «modelo de nación dividida», mediante el cual China sería redefinido como un país con dos sistemas políticos.
Al igual que en la Alemania de la Guerra Fría y la actual Corea, los dos rivales, a saber, la República de China y la República Popular China, funcionarían internacionalmente como estados independientes y preservarían la reunificación como objetivo futuro, decía la teoría. Sin embargo, esos y otros intentos fueron inútiles.
(Para CTXT)