Chen Shui-bian ha recriminado al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, la devolución de la petición de ingreso de “Taiwán” en la organización, cursada recientemente por miembros de su oficina de representación en New York, acompañados de los embajadores de las Islas Salomón y Malawi ante Naciones Unidas, y el encargado de negocios de Suazilandia.
En palabras de Chen, quien se debe pronunciar respecto a la solicitud es el Consejo de Seguridad o la Asamblea General. No obstante, la Comisión de Asuntos Jurídicos de Naciones Unidas, que depende directamente del Secretario General, dictaminó la procedencia de su no admisión. Coincidiendo con las elecciones presidenciales, en marzo de 2008, un referéndum promovido por el PDP debe decidir si los taiwaneses apoyan o no esta petición.
Desde 1993, cada año, los aliados diplomáticos de Taipei plantean ante la Asamblea General de la ONU la cuestión de la representación de la República de China. Esta vez, Taipei ha optado por plantear el asunto directamente y bajo la fórmula de Taiwán. El pasado 26 de julio se creó en Taipei la Alianza para el Ingreso de Taiwán en Naciones Unidas, un organismo privado cuya premisa se basa en la idea de que la soberanía de la isla es un hecho “indiscutible”, alentando una revisión a fondo de la política exterior taiwanesa para lograr el apoyo de países como Japón, Estados Unidos o Australia, sin los cuales es impensable que se produzca un cambio sustancial. Y no parece fácil.
Tanto en EEUU, como en la UE o, naturalmente, en China continental, la iniciativa de Chen se considera totalmente inoportuna ya que rompe con su promesa de no impulsar medidas que alteren el statu quo (los “cuatro no” de 2000 y reiterados en 2004). Pero, jugando con las palabras y relativizando aquel compromiso, en Taipei van más allá. “Qué es el statu quo?”, se preguntaba en Washington el lunes 23 de julio el candidato del PDP, Frank Hsieh, reivindicando ahora una definición del término que satisfaga a todas las partes y que garantice la estabilidad y la seguridad en el Estrecho y en la región. En su comparecencia ante la prensa de EEUU, Hsieh reclamó de Washington un compromiso de mayor enjundia: “de nada vale que les compremos armas si nadie está dispuesto a batirse por el país”. Quizás por ello, Chen ha decidido celebrar el Doble Diez de este año con una parada militar, la primera vez en más de tres lustros. Ma, el líder del KMT, ha criticado la medida: “el año pasado quería suprimir la celebración y ahora quiere que en ella participen hasta los paracaidistas”.
Beijing, que califica a Chen de “intrigante”, respaldó al instante la decisión del secretario general de la ONU, adoptada en coherencia con la resolución 2758 de la Asamblea General, que determina que la RPCh es la única representante legal de China en la organización. Chen dice que ellos no quieren representar a China, sino solo a Taiwán. En paralelo, en un encuentro celebrado a finales de julio entre funcionarios continentales y una delegación del KMT, Beijing ha prometido más protección legal a los empresarios de Taiwán que inviertan en el continente.
Cuanto más grande parece el salto de Taipei, mayores son sus riesgos. El calculado plan de Chen puede registrar un serio revés de sus aliados diplomáticos, con tres frentes abiertos: el Vaticano, África y América Latina. La diplomacia continental parece tener varios ases en la manga que enseñará en el momento más oportuno para sus intereses. Mientras, Annette Lu reclamaba recientemente de los industriales taiwaneses una mayor inversión en América Latina (el continente se lleva el 71% de las inversiones privadas en el exterior), con el objeto de reforzar los lazos con sus socios. Aún así, dificilmente este nuevo intento, como otras anteriores llamadas similares, puede fructificar.
La pérdida de aliados significativos en los próximos meses dejaría al descubierto el fracaso de la estrategia de inserción internacional de Chen, aunque ello no signifique necesaria y automaticamente una mayor predisposición de la población de la isla a la resignación y el entendimiento con el continente. Incluso la reacción podría ser la contraria.
Convencido de su estrategia, nada hará retroceder a Chen en su empeño. Prosiguiendo a marchas forzadas su campaña de “borrar las raíces chinas”, el ministerio de Educación se plantea la revisión del vocabulario empleado en los manuales de la escuela primaria para “desinizar” Taiwán, una forma más, dice el KMT, de promover la independencia de facto. El KMT ha advertido que esos manuales no se distribuirían en las 18 circunscripciones bajo su control. La fractura interna se va agrandando.