La tensión militar ha vuelto de nuevo al Estrecho de Taiwán. El contexto evoca lo sucedido en agosto último. Si entonces el desencadenante fue la visita a la isla de la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, ahora fue el encuentro de su sucesor, Kevin McCarthy, con la presidenta Tsai Ing-wen en suelo estadounidense, algo que ocurre por primera vez desde la ruptura de relaciones diplomáticas en 1979.
Mucho del devenir de la política en Taiwán pasa por Estados Unidos. Acaba de iniciar su visita a este país Ko Wen-je, líder del Partido Popular de la isla, que se postula a las elecciones presidenciales de 2024 y busca la credencial o plácet de Washington. También acaba de visitar EEUU Terry Gou, el fundador de Foxconn, el mayor fabricante de componentes electrónicos a nivel mundial, que se postula para ser el candidato del Kuomintang (KMT), aunque muchos no lo ven del todo claro según dicen las encuestas. Gou anticipó su regreso a Taipéi quizá frustrado por no haber encontrado el eco esperado. El futuro de Taiwán es la elección entre una isla tecnológica o un depósito de misiles, dijo. En gran medida, el KMT ha perdido el favor de las elites estadounidenses.
Y también pasa por China, naturalmente. Ma Ying-jeou acaba de visitar el continente, convirtiéndose en el primer ex presidente (2008-2016) en hacerlo desde 1949. No fue solo un viaje en otra dirección geográfica sino también política. Ma evocó la certeza inquebrantable del principio de una sola China anclándolo en la propia constitución vigente de la isla. “Aunque nuestro país se dividió en dos partes, todos somos chinos”, dijo en Nanjing. Una generación lo entenderá, quizá otras no tanto.
En efecto, políticamente, Taiwán es una isla partida en dos. O en dos y medio, a lo sumo. Todos se van posicionando de cara a las decisivas elecciones de enero de 2024: unos quieren buscar los puntos en común con el continente (azules), otros ahondar en las diferencias (verdes) y, en medio, quienes pican aquí y allá (blancos). Es mucho lo que puede pasar en los meses que restan. Y el riesgo de conflicto va en aumento en la misma proporción que los candidatos consideren su idoneidad electoral.
En EEUU parece prevalecer la idea de que solo incrementando el nivel de apoyo a Taiwán (político, militar, etc.) se puede disuadir eficazmente a China de recurrir a la fuerza para lograr la reunificación de la isla. Por el contrario, otros creen que cuanta más intervención, mayores son las posibilidades de que el conflicto estalle. Hoy por hoy, el soberanismo taiwanés ve en las tensiones sino-estadounidenses una oportunidad para acceder a la independencia de jure. Sus principales aliados son los halcones como MacCarthy pero el consenso en este asunto es amplio por más que la intensidad del compromiso pueda baremarse.
Lo cierto es, sin embargo, que en la práctica, esta política por no lograr ni consigue disuadir de abandonar el barco a los pocos aliados diplomáticos que le quedan a Taipéi. Fue el caso reciente de Honduras y en pocos días podría ser el turno de Paraguay. Y la hipótesis de que un simple accidente desemboque en una crisis mayor es motivo de lógica preocupación.
China dice que sigue apostando por la vía pacífica y que es la “provocación” continua de EEUU la que le obliga a responder airadamente para defender su integridad territorial. En suma, que EEUU busca el conflicto para hacer descarrillar su modernización económica y preservar así su hegemonía global.
EEUU es bien sabedor de que China no va a renunciar a Taiwán. Partamos de un escenario similar: el gobierno de la II República se traslada a las islas Canarias en 1939 y sobrevive durante décadas con el apoyo de Moscú. E imaginemos los desarrollos posteriores… Lo que Beijing quiere evitar es que esa división de facto, que tiene un origen inmediato en la guerra civil china, se perpetúe indefinidamente. Y si no aceptó la existencia de dos Chinas cuando era un país débil, menos lo hará ahora cuando es la segunda economía global.
En el mundo académico, tanto en EEUU como en Taiwán han surgido voces apelando a la prudencia. En Taipéi, destacados profesores en activo y retirados como Daiwei Fu, tildados de pusilánimes, han instado a evitar una guerra entre Estados Unidos y China y a ejercer neutralidad hacia las dos superpotencias ante el fundado temor de que no solo Beijing se trague a Taipéi sino que EEUU sacrifique a Taiwán en una guerra potencial en la cual la isla sería una pieza más.
Siguiendo otra ruta discursiva pero llegando a una conclusión similar, un grupo especial de reflexión sobre las relaciones sino-estadounidenses de Asia Society, con David Shambaugh o Jude Blanchette entre ellos, ha argumentado que, a pesar de las crecientes tensiones, es esencial y posible evitar la guerra en el Estrecho de Taiwán. Si ninguno de los tres gobiernos quiere la guerra, para impedirla, deben evitar pasos que obliguen a la otra parte a lanzar un conflicto militar.
(Para Diario El Correo)