El Mayo de Lai Ching-te Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Análisis, Taiwán by Xulio Ríos

Lai Ching-te. Quédense con el nombre porque dará que hablar en los próximos meses. Así se llama el que será nuevo presidente de Taiwán a partir del 20 de mayo. A diferencia de su antecesora, Tsai Ing-wen, más bien discreta en su desempeño en los últimos ocho años, y a pesar de prometer continuidad en muchos aspectos de su política, Lai despuntará en su ejercicio imprimiéndole un sello propio. Otro tanto podríamos decir de su vicepresidenta, Hsiao Bi-khim, con estrechos vínculos con EEUU.

El panorama político de tan importante isla ofrece una profunda división como trazo más destacado. La presidencia y el gobierno en manos del soberanismo; el legislativo en manos de la oposición unionista. Los primeros apostando por el distanciamiento de China continental y abanderando una política de seguridad que pone el acento en la preparación para la guerra; los segundos intentando recuperar los puentes con el continente y priorizando la generación de confianza política como talismán para evitar que la guerra asiente como una fatalidad inevitable en las mentes y en los corazones de los taiwaneses.

La guerra y la paz y el rumbo general de Taiwán se sustancia en gran medida en el tono de las relaciones sino-estadounidenses. En los últimos meses se han podido observar signos de mejora, pero también de preocupación. Hay cierta estabilización en virtud de la recuperación del diálogo pero el grueso de la tendencia no se ha torcido ni nadie espera que lo haga en un año electoral como este en EEUU.

Washington vende armas y más armas a la isla, envía asesores militares, incrementa su presencia en las bases instaladas en países vecinos, forja alianzas de seguridad, etc., pero también avanza en su control fáctico de TSMC, el mascarón de proa de las tecnológicas taiwanesas, atando en corto a Taipéi, invirtiendo en su capital y exigiendo la construcción de plantas de producción en suelo estadounidense.

Lai ha conformado ya su gobierno pero no tendrá fácil gobernar. El margen de maniobra será limitado. Puede concordar con el enfoque general que promueven los políticos de Washington, unánimes en su percepción frente a Beijing, pero la discordancia es muy profunda con la oposición en la isla, con bajas posibilidades de llegar a acuerdos en temas clave, no solo en las relaciones a través del Estrecho sino también en otros asuntos como la política energética. Esa situación puede favorecer el aumento del nivel de protagonismo de EEUU en una isla,que es pieza clave de la estrategia del Indo-Pacífico.

Ante Lai, las autoridades chinas afrontan un importante dilema. El entendimiento con las fuerzas de la oposición puede derivar en la conformación de una agenda legislativa paralela al margen de las prioridades presidenciales. Esta dinámica puede permitir también que Beijing siga manteniendo al margen al gobierno formal estableciendo con la oposición y los gobiernos locales que controla un circuito alternativo que favorezca la aproximación, ya sea por la vía del comercio, el turismo u otros.

De este modo, la oposición sería gobierno influyendo de forma significativa en las relaciones a través del Estrecho con el añadido de presentar a Lai como ariete del aumento de las tensiones socavando su acción.

Más allá de la coyuntura, la estrategia de reunificación de China seguirá siendo objeto de debate. Hasta ahora, Beijing siempre consideró que de la economía a la política, la integración llegaría de modo natural más pronto que tarde. Sin embargo, no ha funcionado así. No es suficiente. El nivel de apoyo al mantenimiento del statu quo sigue siendo determinante.

El año pasado, China lanzó la propuesta de convertir a la provincia de Fujian en una zona de demostración para el desarrollo integrado de las dos orillas. Su implementación se basa en el impulso de políticas preferenciales que, sobre todo, atraigan a los jóvenes de la isla. Frente a quienes alertan todos los días de que China se prepara para la guerra, esto indicaría que, muy al contrario, China sigue confiando en su capacidad para influir en la opinión pública taiwanesa y mantiene su determinación de lograr la unificación por vía pacífica.

Los acontecimientos en Hong Kong en 2019 no ayudan a que su modelo sea acogido con los brazos abiertos. En ello tienen los soberanistas un argumento plausible para justificar la desconfianza respecto al futuro de su sistema político y reivindican la adhesión a la democracia liberal. EEUU y otros países hoy se sitúan más cerca del soberanismo articulando un “frente unido” contra la reunificación. La adopción de una postura más dura con el continente manifestada en el apoyo a Taiwán advierten del incremento de la complejidad y sensibilidad del problema.

Si Taiwán manifiesta más tendencias independentistas en el mandato de Lai que ahora se inicia, es probable que China reaccione adoptando posiciones más duras. Esto incluiría más despliegues militares rutinarios o más presión diplomática combinados con gestos de complicidad hacia aquellos que en la isla abogan por el diálogo basado en el reconocimiento de que solo existe una China. A futuro, el mandato de Lai será clave para comprobar si el escenario de la reunificación se acerca o lo que se acerca es la guerra.

(Para Diario El Correo)