(TAIWAN ELECCIONES 2024) Los ejes del debate preelectoral Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Análisis, Taiwán by Xulio Ríos

¿Qué elegirán los taiwaneses el 13 de enero? ¿Entre EEUU o China, entre paz o guerra, entre democracia o dictadura, entre independencia o unificación? Todas esas elecciones, directa o indirectamente, están sobre la mesa. De todas ellas, probablemente, la más invocada en los próximos meses será la cuestión de la elección entre la guerra y la paz. En efecto, a priori, una victoria soberanista conllevaría un mayor riesgo de conflicto abierto en la medida en que el PCCh podría entender que no le deja margen suficiente para lograr una reunificación pacífica y que el tiempo juega a su contra. Especialmente a la vista del propio candidato oficialista, Lai Ching-te, a quien ve como más radical que la actual presidenta Tsai Ing-wen. Por el contrario, una victoria “azul” (KMT) o “blanca” (PPT) abriría la puerta a la recuperación del diálogo y alejaría la hipótesis de la guerra.

Para el “verde” PDP esa disyuntiva es poco edificante. Es natural, por tanto, que su candidato Lai enfatice desde ya la importancia de preservar la soberanía y la democracia y la relevancia de la solidaridad de los países democráticos. La insistencia en el peligro de guerra es una “táctica de miedo”, dice, pero, al mismo tiempo, al prepararse para ella multiplicando las compras de armas y adoptando decisiones militares de alcance, está otorgando creciente verosimilitud a ese riesgo. Al igual que hacen sus principales aliados al reiterar que lo ocurrido en Ucrania puede acontecer más pronto que tarde en Taiwán por lo que habría que prepararse para lo peor.

La visión de la oposición es otra: la aceptación del principio de una sola China no significa renunciar a la democracia ni a la soberanía de facto, ni siquiera aceptar el Consenso de 1992 equivaldría a suscribir el principio de un país dos sistemas, sino, al contrario, alejaría la posibilidad de una guerra y permitiría buscar fórmulas de convivencia que preserven la identidad política de la isla.

En la práctica, en cierto modo, también se trata de elegir entre EEUU y China. La gestión del PDP desde el ascenso de Tsai Ing-wen (2016) ha tenido como principal resorte el alejamiento, en todos los sentidos, de la otra orilla. En lo sustancial, no lo ha conseguido en lo económico, pero si en lo político y estratégico, ámbitos en los que el “desacoplamiento” es apreciable. En efecto, la dependencia comercial sigue rondando el 40 por ciento del PIB taiwanés, afianzándose el continente  como un mercado insustituible y fuente principal de un importante superávit comercial; sin embargo, las decisiones de Taipéi, desde la vía libre a la importación de carne de cerdo estadounidense con ractopamina a la “Iniciativa sobre el Comercio del Siglo XXI” o las concesiones exigidas a la tecnológica TSMC, apuntan claramente a una balanza en la que EEUU tira un partido altamente ventajoso de las inquietudes del gobernante PDP.  Washington tiene la mirada puesta en los semiconductores y su presión se orienta a hacer bascular esta industria, clave en la isla, a su territorio como nos mostraría la inversión de TSMC en Arizona y otras exigencias. ¿Qué pasará después? ¿Se desentenderá EEUU de Taiwán? No en la medida en que estratégicamente le convenga para frenar a China, una prioridad que va más allá de la hipotética preocupación por los semiconductores y por el propio futuro de Taiwán.

¿Puede disuadir a China el apoyo de las democracias liberales a Taiwán? El tema para Beijing se plantea en términos de sueño chino, de rejuvenecimiento de la nación, de modernización y de superación de la humillación; por tanto, con un importante ingrediente histórico-emocional. La determinación a propósito de la unificación no va a cejar en tanto el orden político en el continente sea el que es y Taiwán, además, representa una fuente nada desdeñable de relegitimación del mismo. La convicción predominante en el PCCh es que si algunos países, por cierto con un largo historial de invasiones por doquier, se implican en este contencioso no es en atención a la defensa de ciertos principios sino de sus propios intereses estratégicos. Por otra parte, por más que EEUU venda armas a Taiwán es evidente que el equilibrio de fuerzas militares a través del Estrecho no va a cambiar.

Al PDP, hoy a la cabeza en las encuestas, le va a costar convencer a los taiwaneses de que su victoria no les acerca a la guerra. Es previsible que en los próximos meses Beijing agite el fantasma con cierta vehemencia. ¿Podría pasarse de rosca y provocar el efecto contrario?

El 13 de Enero de 2024, Taiwán celebrará elecciones legislativas y presidenciales. El futuro político inmediato de la isla está en juego pero también la estabilidad y la paz en el Estrecho de Taiwán. Las tensiones estratégicas entre EEUU y China planean sobre unos comicios cuyo resultado podría acelerar la decantación del signo hegemónico del siglo XXI.