El presidente Chen Shui-bian vive uno de los momentos más delicados de su mandato. El origen inmediato de las agudas tensiones que experimenta la isla tiene su epicentro en las denuncias de corrupción que afectan a personas de su propio entorno familiar. No obstante, lo que realmente ha colapsado es la totalidad de su proyecto político, inicialmente centrado en dos ejes principales: la lucha contra la corrupción y la justicia social y el distanciamiento de China continental. ¿Cuánto podrá resistir Chen? Ello dependerá de cuanta presión puedan ejercer la oposición y, sobre todo, del posicionamiento de las diversas agrupaciones de su propio partido, que ya han tomado buena nota de la adversidad que representan los escándalos descubiertos y que amenazan con dilapidar el capital de honestidad que el PDP había acumulado en los duros años de oposición. A las puertas de las elecciones municipales en Taipei (gobernada por el KMT) y Kaoshiung (gobernada por el PDP), a celebrar en diciembre próximo, no es previsible que la tensión ceda, a no ser que Chen se atreva a plantear la dimisión, una hipótesis que, por el momento, no parece estar incluida en su agenda.