“La República Popular China, nuestra más importante referencia ideológica y política, era una realidad muy lejana para la sociedad española. Para China, España también estaba muy lejana” Víctor Cortizo entrevista a José Sanromá

In Entrevistas, Secciones by Xulio Ríos

José Sanromá es todo un referente en la lucha contra el franquismo pero también de la proyección en España del maoísmo. Se afilió a la ORT (Organización Revolucionaria de Trabajadores), donde adoptaría el alias de «camarada Intxausti» durante los últimos años del franquismo y durante la Transición, sin que su identidad real fuese inicialmente conocida.​ Dentro de la ORT, Intxausti creó el diario En Lucha y colaboró activamente con la editorial EEE, fundada por Emiliano Escolar, quien también formaba parte de la dirección de ORT. En 1974 fue elegido secretario general. Participó en la fusión de la ORT con el PTE (Partido de los Trabajadores de España), que resultó en la creación del Partido de los Trabajadores (ORT-PTE) en 1979, a cuyo secretariado político perteneció. En 1980, tras el fracaso del partido en las elecciones municipales, Sanromá dejó la política activa.

La entrevista fue realizada por Víctor Cortizo, entre otros, Director del Centro Hispano-Chino “Diego de Pantoja” y vicepresidente de Cátedra China.

Con esta entrevista cerramos el tratamiento de la proyección en España del PCCh, abordado con motivo del centenario de su fundación (1921-2021). Agradecemos a todos (Eugenio del Río, Manuel Mera, Marcelo Muñoz y al propio José Sanromá) sus valiosos aportes a esta reflexión.

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Cuando España estableció relaciones diplomáticas con la República Popular de China ¿qué situación vivía la ORT en ese momento y cómo acoge esa noticia?

 

Hablamos de 1973. En ese tiempo, la ORT se había consolidado como organización política. Su nacimiento como tal tuvo lugar en 1970, como resultado directo de la transformación de la Acción Sindical de Trabajadores (AST), cuyo sólo nombre indica su naturaleza originaria. AST estaba formada exclusivamente por obreros que desplegaban una actividad reivindicativa, la mayoría jóvenes que, a su vez, en buena medida, procedían de las vanguardias obreras juveniles y de otros ámbitos católicos. Sus líderes (entre otros, Luis Royo, Juan Ceada, Pedro Cristóbal, Morente, Jesús Ruíz…) habían participado en la fundación de las Comisiones Obreras (CCOO).

A finales de los sesenta, el movimiento reivindicativo de la clase obrera experimentaba una notable politización y, sobre esta base, se produce la transformación de AST en ORT. El sentido de la misma era claro: la lucha contra la dictadura exigía tomar partido político; la actividad sindical y reivindicativa tenía ya su propio cauce unitario en CCOO.

Cuando hablo de consolidación, me estoy refiriendo a que esa transformación se produjo en medio de un debate que conllevó separaciones. Por una parte, de un sector que se reafirmaba en la mera continuidad de la acción sindical; y, de otro que se inclinaba hacia formaciones clásicas de la izquierda: hacia el PC (en Madrid) o hacia el socialismo (en Barcelona). Estamos hablando de un tiempo en que el mundo intelectual de contestación a la dictadura franquista estaba hegemonizado por la influencia marxista y por el PCE como fuerza política; por otra parte el diálogo marxismo- cristianismo había abierto sendas de colaboración y de evoluciones políticas que desgastaban al régimen dictatorial y que incorporaban militancias a las opciones partidistas más contrarias al franquismo.

Pero al tiempo que pérdidas, ORT tuvo a partir de 1970 algunas incorporaciones procedentes del movimiento estudiantil y profesional. En estos ámbitos, la hegemonía del PCE ya no era incontestable. Es más, el prestigio de la URSS era muy declinante producto de circunstancias como la invasión de Checoslovaquia en 1968. Se había abierto la opción que representaba la República Popular China y el PC chino y su Gran Revolución Cultural Proletaria (GRCP) dirigidos por Mao Tse Tung. La división del movimiento comunista internacional era ya un hecho consolidado, sin vuelta atrás.

En 1973, la ORT, inicialmente declarada solo marxista, ya se definía como marxista –leninista, tomaba a Mao como un referente ideológico y teórico y a la República Popular China como un baluarte del proceso de la revolución mundial, iniciada en 1917, impulsada por las revoluciones de liberación nacional, debilitada por la conversión de la URSS en potencia socialimperialista y del PCUS en un partido revisionista.

En esa evolución de ORT, pudimos jugar un papel influyente los líderes estudiantiles que nos incorporamos a partir de 1970 que ya “profesábamos “como m-l y maoístas (“pro-chinos” en terminología universitaria de aquel tiempo); pero me parece necesario también destacar que tal evolución, en una organización casi exclusivamente obrera, no hubiera sido posible sin un ánimo, extendido también en los sectores jóvenes de la clase obrera, propicio a un cambio en España no solo de régimen político sino de sistema social; dicho de otra forma, una creencia, un convencimiento, de que para acabar con la dictadura había que impulsar un proceso revolucionario, y que el PCE no estaba ya por esa labor.

Aquí procede que cite al profesor Julio Pérez Serrano, catedrático de Historia contemporánea de la Universidad de Cádiz. A tenor de los estudios de su Departamento él ha podido establecer dos etapas o dos maoísmos en España. El que dio lugar a algunas formaciones como el PCE m-l (y su proyección en el FRAP) y el luego PC(r) y su proyección GRAPO) surgidos a mitad de los años sesenta; este “primer maoísmo” derivó en los años setenta hacia el terrorismo como única forma de hacerse presente en la situación política y precisamente porque apenas habían logrado antes ni lo lograrían posteriormente influencia en un movimiento obrero en expansión; el intento (al mismo tiempo trágico y ridículo) de emular a ETA sirvió para darle aliento a los sectores empeñados en la continuidad de la dictadura por la violencia.

ORT formaba parte del “segundo maoísmo”, como el MCE, que venía de una escisión “obrerista y españolista” de ETA, y como el Partido del Trabajo (ex-PCE i, escisión del PCE), y cuyo rasgo más común de los tres es que crecimos como organización al compás y en el seno de las luchas obreras, estudiantiles, vecinales jornaleras que conoció la España de los setenta y que tomamos parte en la configuración de las alianzas políticas (Junta Democrática, PCD, CD y POD ) que forzaron la Transición desde la dictadura a la democracia. No éramos grupúsculos ajenos a la sociedad española de entonces, encorsetada por la falta de libertades públicas, sino la expresión revolucionaria de una creciente contestación activa a la dictadura. A mediados de los setenta, como partido político, solo el PCE era más fuerte que ese “segundo maoísmo”.

¿Cómo recibe ORT la noticia del establecimiento de relaciones internacionales? Lógicamente bastante bien. En nuestro periódico “En lucha” (que editábamos clandestinamente como pueden suponer y del que ya por entonces repartíamos algunos miles de ejemplares) dimos la noticia y la interpretación de la misma. A él me remito para que la transcripción de lo que pensábamos sea más fiel de lo que pueda serlo ahora mi memoria.

La República Popular China, nuestra más importante referencia ideológica y política, era una realidad muy lejana para la sociedad española. Que se hiciera presente en España – materialmente en la calle Trafalgar de Madrid, primera sede de su Embajada – era positivo; incluso aunque sólo fuera desde la estrecha perspectiva de que favorecía y permitía que ORT tuviera más acceso para informar y recibir información, en la línea que pretendíamos: contactar con el PC de China.

Lógicamente, en una opinión pública poco y mal informada, ajena a las consideraciones de la política internacional, podía generar cierto desconcierto la apertura de relaciones diplomáticas entre la España de Franco y la China de Mao. Pero, siendo como es que los países son siempre más que quienes los gobiernan, lo verdaderamente importante era que aquel acontecimiento era un dato más del extraordinario avance diplomático de la R.P.China. En 1971, Naciones Unidas la había reconocido como la única representación de aquella nación y, como es bien sabido, la visita de Nixon a Pekín en 1972 vino a certificar la caducidad definitiva de la República China de Taiwán en el ámbito de las relaciones diplomáticas.

Desde la perspectiva española, aquel acontecimiento no significaba consolidación ni apoyo al régimen dictatorial. Franco, en 1937, había reconocido al Estado títere japonés de Manchuria, Manchukuo, lo que le supuso después que la República de China de Chiang Kai-shek se retrasara en establecer relaciones diplomáticas con España; después se hicieron muy amistosas entre los dos dictadores, aunque poco útiles en el desarrollo de relaciones comerciales mutuamente beneficiosas. Por otra parte, el régimen de Franco había sido admitido en Naciones Unidas hacia ya casi 20 años, y mantenía relaciones diplomáticas con la mayoría de países europeos.

En suma, valorábamos el avance que suponía para la RPChina, que había salido del más peligroso aislamiento y chantaje nuclear al que la había querido someter la URSS a finales de los años sesenta. Valorábamos, en definitiva, la posibilidad de un acercamiento y de relaciones amistosas entre el pueblo chino y el pueblo español.

En cuanto a nuestra lucha por las libertades y por una revolución democrática y popular en nada nos perjudicaba. Esta dependía de lo que necesitara, quisiera y sucediera en la sociedad española. Además, el lema maoísta de “basarse en las propias fuerzas” era tan aplicable a China como a España. Ni la democracia ni la revolución en España nos la planteamos nunca como la obra o la influencia de otros Estados.

 

¿Qué tipo de contactos teníais con ellos?

 

Éramos una organización política nueva; carecíamos de vínculos históricos que nos enlazaran incluso en el ámbito personal e inter generacional al comunismo español, surgido en 1920, aquel que solo se convirtió en una fuerza política decisiva en el transcurso de la guerra tras la sublevación militar contra la República; aún así, nuestra pretensión ( ilusoria, vista con ojos actuales) era participar en lo que denominábamos “la reconstrucción del PCE de José Díaz” a través de la unión de las varias organizaciones que nos denominábamos marxista-leninistas; considerábamos que Santiago Carrillo había convertido al histórico PCE en revisionista y había abandonado el leninismo y la perspectiva revolucionaria. Tampoco teníamos relación alguna con el PCE m-l, que sí tenía o había tenido relaciones con el PC de China, que recibía apoyo sobretodo del Partido del Trabajo de Albania, y que, sin otra fuerza que esa, se había declarado a sí mismo continuación legítima del comunismo histórico español. Su escasísima presencia en el movimiento obrero no había permitido que tuviéramos ningún encuentro con ese partido y su deriva terrorista trazó un muro infranqueable de separación; algunos de sus militantes, disconformes con esa senda vinieron a militar en la ORT, pues esta mostraba que tenía una presencia en la clase obrera que aquel partido no tenía, algo imprescindible para un partido que se dijera comunista. La huelga general de Navarra en 1973 fue un aldabonazo: el PCE no monopolizaba la representación política de la clase obrera.

Carecíamos también de relaciones con otras fuerzas de similar opción en los países más próximos: Francia, Italia, Alemania. ORT se había hecho en el interior, no en la emigración ni en el exilio que permitía un contacto con esas formaciones, y que ORT no tuvo sino hasta muy avanzados los años setenta.

Para nosotros, para ORT, lo más importante en el ámbito internacional, era establecer contacto y relaciones con el PC de China. En cierto modo, lo demás se daría por añadidura. La verdad también es que ese objetivo nos quedaba lejano, muy lejano… Es más, sabíamos de las dificultades derivadas de la experiencia habida: la promoción, en los años sesenta, a los que no fue ajeno el PC chino, de escisiones en los partidos comunistas y de formación de grupos m-l en diversas partes del mundo, también en Europa, no había dado resultados positivos. Obviamente, el PCCh se había embarcado en aquel propósito como parte de una maniobra defensiva justificada en el aislamiento al que quiso reducirlo el PCUS, que ambicionaba asestar un duro golpe a una China que no sometía su independencia a la pretensión hegemónica de la URSS.

Sabíamos, pues, que tendríamos que darnos a conocer al PCCh y ganar alguna inicial confianza partiendo de un terreno muy yermo. Para China, España también estaba muy lejana.

En principio, hacíamos llegar nuestras publicaciones a la Embajada china en París. Allí vivía Pedro Cristóbal, miembro de ORT y del Secretariado Exterior de CCOO. Cuando Amancio Cabrero, uno de los fundadores de ORT se exilió, los contactos con aquella Embajada pudieron activarse, presentándose como miembro de la dirección de ORT.

Cuando la RPCh abrió su embajada en Madrid se hizo mucho más fácil y estable la circulación de información que pretendíamos. En ella se podían obtener ejemplares de sus boletines y revistas: “Pekín informa”, ”China reconstruye”, “Comercio exterior”… Por nuestra parte, era más sistemática la transmisión de información sobre las luchas reivindicativas y por las libertades que se desplegaban en España y que no tenían reflejo en los medios de comunicación españoles.

He de advertir que no tomábamos la Embajada para contactos de los dirigentes de ORT con el PCCh. Ese trasvase de información se insertaba en otra línea de actuación: servir al mutuo conocimiento de la sociedad china y de la española, favorecer relaciones amistosas entre sus pueblos; y por supuesto, mostrar que ORT tenía su anclaje en la clase obrera y era parte del sector más activo en la lucha por acabar con el régimen franquista.

En esa línea, promovimos también la creación de una Asociación de Amistad de España con China, a la que atrajimos a un buen número de personalidades de ámbitos profesionales. No la queríamos ni la creamos como un instrumento de ORT. Al tiempo, promovimos viajes colectivos a China cuya finalidad turística incluía el conocimiento de la realidad social y política de aquel inmenso país tan desconocido para los españoles de aquel tiempo. En el primero de ellos ya viajaron miembros y simpatizantes de ORT; y entre ellos Paca Sauquillo y Jacobo Echevarría, a quienes dimos el encargo de que, en la ocasión que vieran propicia, se presentaran como militantes de ORT; ambos eran ya por entonces abogados muy acreditados en los medios jurídicos y laborales madrileños.

En suma, fuimos tejiendo una red de actividad no partidista que permitió a su vez que, a través de la embajada de Paris, mediante Amancio Cabrero y Pedro Cristóbal, ORT recibiera una invitación oficial del PC chino para visitar aquel país. Junto a esos dos camaradas viajamos José Miguel Ibarrola, un destacado líder obrero navarro, y yo mismo, que había sido elegido el año anterior, 1975, como Secretario General de ORT en su primera Conferencia, realizada en la clandestinidad.

El primero de mayo de 1976 lo celebramos en Pekín. Plena efervescencia de una nueva oleada de la GRCP. En el PCCh era dominante la línea del grupo que años después fue denominado “la banda de los cuatro”. La visita duró un mes. Habíamos redactado y enviado con anterioridad un amplísimo informe sobre España, lo cual no nos libró de jornadas maratonianas con una delegación del CC del PCCh encabezada por Feng Suan, director de su Comité de Relaciones Internacionales. Nuestro interés principal era mostrar la descomposición del régimen fascista, las perspectivas de un eventual proceso revolucionario y la situación del movimiento comunista en España. Probablemente, el suyo se centraba en la dimensión geopolítica de nuestra ubicación en Europa.

Recordemos que por aquella época, Deng Xiaoping ya había expuesto ante la Asamblea General de Naciones Unidas la teoría de los tres mundos atribuida al presidente Mao, a la que se ajustaba la política exterior de la RPChina.

En cierto modo, habíamos conseguido nuestro objetivo de lograr una relación oficial con el PCCh, cuya consolidación la juzgábamos provechosa no solo para ORT sino para las relaciones entre España y China.

 

¿Os recibieron simplemente por establecer lazos de fraternidad internacionales o únicamente conseguir algo a cambio?

 

Es difícil hacer un juicio de intenciones. Y la respuesta no puede atenerse a los términos dicotómicos en los que está formulada la pregunta. El PCCh no trataba de crear ninguna nueva Internacional que reuniera bajo su dirección a los partidos comunistas, aunque no por ello careciera de todo interés en mantener contactos con fuerzas políticas que ante la división del movimiento comunista internacional les fueran más próximas a su partido y a China que al PCUS y la URSS. Para ORT, significaba establecer relaciones con el partido más influyente en el proceso revolucionario mundial porque dirigía un país que bajo su dirección se iba a desarrollar por la vía socialista y tenía a su frente a Mao, cuyas contribuciones al desarrollo del marxismo leninismo considerábamos decisivas.

La descomunal diferencia entre ambos partidos no anulaba la perspectiva que abría esa relación para el flujo de información sobre la sociedad española y la sociedad china. Para el PCCh, las necesidades de información sobre nuestra realidad eran evidentes. La distancia entre los dos países era mucho más que geográfica. Los traductores chinos que conocimos habían aprendido el español en Cuba. España era parte de Europa -el segundo mundo- y lo que ocurriera en este continente era esencial para las consideraciones geopolíticas del PCCh, que señalaban la disputa por la hegemonía entre EEUU y la URSS (ambos el primer mundo) como el principal factor de desorden y guerra mundial. Europa era presa apetecida en esa disputa por la hegemonía. China tendía a señalar a la URSS como su enemigo principal y le interesaba una Europa unida e independiente de las dos superpotencias.

Para ORT, la descomposición del régimen dictatorial en España podría dar lugar a un proceso que culminara bien en una salida democrático burguesa -con un régimen homologable a los de Europa occidental – o bien en una salida revolucionaria, democrática y popular, por la que nosotros pugnábamos. El principal enemigo exterior para esta era el imperialismo yanqui. Para nosotros, ni la política de coexistencia pacífica entre países con sistemas sociales y políticos distintos, ni la teoría de los tres mundos era un obstáculo infranqueable para la eventualidad de un desarrollo revolucionario de la crisis española.

Nunca recibimos ninguna instrucción, si me apuran ninguna sugerencia en el sentido de que para mantener relaciones con el PCCh tuviéramos que aceptar su visión de la situación internacional y de sus propios intereses como país en la misma. Lógicamente, éramos tributarios del caudal de conocimiento sobre esa realidad internacional que tenía el PCCh, dada la precariedad de los nuestros. Podría decirse, no obstante, que nos influenciaron en una perspectiva europeísta.

Por otra parte, para la ORT era decisivo empezar a conocer directamente la construcción del socialismo en China; ratificarnos en que la vía maoísta, mediante su revolución cultural, evitaba la restauración del capitalismo y la conversión del país en socialimperialista, tal y como había ocurrido en la URSS. Recuerdo mi insistencia, en aquel primer viaje,en la pregunta de por qué no estaban editados en castellano, salvo excepciones, las obras de Mao correspondientes a la época posterior a la proclamación de la RPCh. Ese convencimiento en la pertinencia de la vía china era el mayor apoyo que podíamos encontrar para el crecimiento de la opción ideológica y política que representaba ORT en España. Lo cierto es que nuestros viajes a China no fueron bastante para conocer lo que allí sucedía ni para orientarnos en las luchas políticas e ideológicas internas del PCCh.

En cuanto al apoyo financiero que pudiera obtenerse de la RP China para la creciente actividad de nuestro partido sabíamos que no debíamos plantearlo como una opción factible; la experiencia fallida con la financiación inicial de pequeños grupos m-l en Europa así lo mostraba. No obstante, en el último viaje -octubre y noviembre de 1977- que realicé a China encabezando la delegación de ORT, cuando España se encaminaba a la democracia y los gastos electorales amenazaban con pesar demasiado sobre nuestra debilidad económica, sí planteamos esta cuestión. La respuesta del PCCH fue clara: “ustedes tienen amigos en España, el PCCh tiene amigos en China, sus amigos y nuestros amigos pueden, si se entienden, hacer negocios“. Era una clara invitación a que pudiéramos utilizar los contactos para fomentar las relaciones comerciales de modo que siendo estas beneficiosas para España y China, también pudiéramos obtener financiación para nuestro partido en la medida en que participáramos en su organización y gestión. De hecho, a nuestro regreso a España montamos una empresa de comercio exterior cuyos beneficios no llegaron a ser una fuente de financiación para ORT porque la actividad empresarial tenía que arrancar lentamente y porque a mediados de 1979 nos unimos al Partido del Trabajo y a finales de 1980, el PTE-ORT desapareció.

Las elecciones de junio de 1977 se celebraron sin que el Gobierno de Suárez hubiera permitido nuestra legalización; pudimos comparecer sin mucho gasto. Las de 1979, generales y municipales, las sufragaron las deudas personales que contrajimos y pagamos los militantes de ORT. El dopaje financiero del exterior, que entonces no estaba tan mal visto, lo tuvieron probablemente otros partidos, no el nuestro. Cuando desapareció ORT, su Comité Central, a propuesta mía, decidió vender la parte que teníamos en aquella empresa que habíamos creado para contribuir a pagar la deuda electoral y por nuestra común voluntad de que ningún líder pudiera obtener beneficio económico personal de una actividad originada en una relación política ganada a través de ORT, que había dejado de existir.

Vuelvo a nuestra última visita oficial a China, en octubre y noviembre de 1977. En aquella ocasión me acompañaron Amancio Cabrero, Paca Sauquillo, Manuel Guedán y Juan Ceada. En el Palacio del Pueblo, en la plaza de Tiananmen, nos recibió una delegación de del PCCh encabezada por Keng Piao, del Buró político de su Comité Central.También duró un mes y también viajamos largamente por China. Mao había muerto. La dirección política del PCCh estaba sumergida en cambios trascendentales que habían comenzado por la detención de “la banda de los Cuatro” en la que figuraba la viuda de Mao Tse Tung. La narración por el PCCh de su propia experiencia era muy distinta a la ofrecida en anteriores ocasiones. La GRCP había pasado de ser un acontecimiento glorioso a tener aspectos positivos y aspectos negativos; un año después sería presentada como un desastre de descomunal importancia histórica. En cuanto a su visión del panorama internacional no había experimentado cambios tan notables.

Desde entonces a hoy, la realidad china es cada día menos impenetrable, más accesible a la opinión pública mundial. Aunque España sigue estando, lamentablemente para nuestro propio interés como país, muy retrasada en el conocimiento de China.

ORT, aunque fuera por motivos ideológicos, percibió la enorme importancia que también para España tendría la relación con China. Existían unas relaciones históricas con aquel enorme país sobre las que la dictadura franquista había echado también una losa, primero por su compromiso con el Estado títere japonés en 1937, luego por sus relaciones exclusivas con la China del derrotado Kuomintang, reducido al enclave taiwanés.

Sin embargo, la presencia de España en China se remonta a la que tuvimos en Filipinas, al comercio exterior que nos permitió en aquella parte del mundo, incluso reflejado en el papel que, casi hasta mediados del siglo XX, tuvo, en el comercio chino, la circulación de la plata “española”. Retomarla, sin partir de cero, era una tarea muy por encima de lo que podía hacer ORT, aunque no hubiera desparecido. El rey Juan Carlos viajó a China en 1978, antes que a la URSS. Luego, los presidentes González y Rodríguez Zapatero supieron impulsar las relaciones con la RPCh y desde esta llegó a decirse que España era el mejor amigo que tenían en la Unión Europea.

Es evidente que para mejorar relaciones entre países hay que sumar múltiples y muy diversas fuerzas. No parece que esto haya marcado la línea de actuación española. Y por eso ahora, cuando la RPCh despliega una fortaleza y una influencia expansiva en todo el mundo, tenemos unos déficits tremendos de reflexión sobre cuál ha de ser la posición de España ante esa potencia.

Haré dos breves reflexiones para terminar.

ORT probablemente no se hubiera configurado como partido m-l sin la división del movimiento comunista internacional, sin la presencia de aquella China de Mao que aparecía como el baluarte de las revoluciones antiimperialistas. Nuestra identidad estuvo asociada al impacto que tuvo la idea de la GRCP y la lucha contra el revisionismo socialimperialista. Perdidas aquellas referencias, casi simultáneamente a la crisis que derivó de nuestro fracaso electoral, estaba llamada a desaparecer la opción m-l plasmada en el Partido de los Trabajadores (surgido de la unión ORT-Partido del Trabajo). En cierto modo, fue como en 1920 y 1921 la escisión de los jóvenes y luego de un sector del PSOE para formar el PC se debió a un factor exterior: en aquel tiempo, la Revolución de Octubre de1917y la creación de la tercera Internacional, la Comunista. El maoísmo y la RPChina fue la causa principal motivadora del surgimiento de grupos fuera de los partidos comunistas -que tomaban al PCUS como partido guía- a finales de los sesenta y comienzo de los setenta.

La separación radical entre socialismo y comunismo tras el triunfo de Franco se asentó después sobre la causa exterior que significaba la existencia de la URSS. Desaparecido el PCUS y la URSS y enviada al baúl de la historia por el propio PCCh aquella GRCP como forma de evitar la restauración del capitalismo, al movimiento comunista español solo le cabía regresar a su matriz socialista; los resultados electorales de 1982 fueron la señal de un camino, alzado antes de que una reflexión colectiva apuntara en esa misma dirección. De hecho, el PCE ya no volvería a concurrir con sus siglas en ningunas otras elecciones generales.

La segunda puede ser más breve. Hoy, para España, es más importante que nunca conocer bien a la RPCh. Lamentablemente, hay pocos políticos que sepan o incluso que quieran o se atrevan a saber. Y lo es aunque en la actualidad la política de relaciones exteriores con China tenga que definirse en base a una política común europea, sin la cual cada país por separado tiene serios problemas para conseguir una relación equilibrada. Pero España tendría que hacer su aportación a esa política exterior común de la UE. No lo conseguiremos sin atrevernos a pensar en China con diversas perspectivas: ideológicas, económicas, culturales, históricas, geopolíticas; y no solo de sistemas sino de pueblos.