Los sorprendentes colores de los cisnes de la República Popular China César de Prado, investigador del Centro de Estudios Asiáticos de la Universidad de Valladolid

In Publicaciones, Secciones by Director OPCh

Desde su establecimiento, la República Popular China (RPC) ha venido dándonos grandes sorpresas, algunas clasificables estadísticamente como ‘cisnes negros’, es decir, eventos de muy poca probabilidad, pero con un gran impacto, positivo o negativo, ya que casi nadie está preparado para ellos. Pero analicemos los verdaderos colores de algunos de estos cisnes que llegan a afectar mucho hasta las antípodas.

El mundo pronto se asombró con los cisnes ‘rojos’ de la ultracomunista RPC con Mao Zedong al timón. Su repentino apoyo militar a Corea del Norte en octubre del 1950 alargó a tres años una guerra muy cruenta que derivó en un aún vigente tenso armisticio en la península de Corea, además de la escalofriante potenciación de la división Este Oeste. Iberoamérica sufrió una polarización de sus sistemas de gobierno. Estados Unidos y sus aliados intensificaron su apoyo a sus dictaduras militares conservadoras. A partir de los años sesenta, los partidos comunistas en América Latina se dividieron en facciones pro-soviéticas y pro-PRC; en Perú, Brasil, Colombia, Bolivia y Paraguay las facciones pro-PRC fueron notables en tamaño, aunque no en impacto, excepto en décadas posteriores en Perú con Sendero Luminoso. En la década de los setenta, intentando salir de una alucinante revolución cultural, la RPC se abre a Occidente. Eso, y el fin de su intervención en la Guerra de Vietnam, lleva a los Estados Unidos a intensificar sus intervenciones anticomunistas en otros teatros de actuación, especialmente en América Latina.

Con Deng Xiaoping se empiezan a ver en la RPC cisnes ‘amarillos’ (metáfora del color del dinero). Deng promueve grandes modernizaciones en la RPC: agrícola, industria, defensa, ciencia y tecnología. En 1989 decide atajar las manifestaciones pro-democráticas, pero al ver el desmoronamiento de la Unión Soviética asombrosamente decide potenciar el desarrollo y apertura económica para contentar a la población y al mundo. ¿Quién no se maravilla al ver en qué se han convertido Shanghái y Shenzhen? Con los años, Iberoamérica se ha venido beneficiando con un incremento muy rápido de los intercambios comerciales, sobre todo exportando a la RPC materias primas e importando bienes y, más recientemente, infraestructuras.  La RPC ya ha desbancado a la Unión Europea como segundo socio comercial y como principal fuente de financiación internacional pública en Iberoamérica.

Posiblemente por el contacto demasiado estrecho entre los humanos y los animales, en noviembre del 2019 se diagnostica un nuevo coronavirus en el centro de China que pronto altera al mundo. Muchos ahora son más pobres en ingresos, educación, y salud.  Para atajar el descontento social y la ralentización económica interna, en diciembre del 2022 la RPC decidió repentinamente terminar con la política de Covid-cero y así convivir con el virus con todas sus consecuencias.  Además, desde este mes de enero relajó los controles fronterizos, lo que es una interesante noticia para economías hasta de Iberoamérica, ya que quizás hará subir de nuevo el precio de las materias primas y ofrezca financiación favorable ahora que los intereses de mercado están altos.

Ante la imposibilidad de predecir los grandes giros en las políticas que emanan de Zhongnanhai, los ciudadanos del mundo, incluidos los mismos chinos, gestionan sus riesgos como pueden. Los pronósticos para el año del conejo de expertos sobre la RPC suelen presentar tendencias claras y escenarios bastante probables. Por ejemplo, la oficina de estadística de la RPC acaba de anunciar este mes de enero que la población de la PRC está ya en una curva de disminución, y se estima que la India ya es el país más poblado del planeta.  También se piensa que la RPC bajará un poco el tono de su diplomacia, ya que también este mes se ha defenestrado a Zhao Lijian, su principal diplomático ‘lobo guerrero’, que ahora se dedica a asuntos oceánicos.

El devenir de la RPC en otros ámbitos más complejos está menos claro. Las predicciones sobre las relaciones RPC-Taiwán se han vuelto muy variopintas, algunos expertos argumentando que la racionalidad imperará y se mantendrá el statu quo, mientras otros advierten de un gran riesgo de confrontación militar a corto plazo. El cisne negro más bello sería si los contrincantes pensaran ideas nuevas y encontraran una manera pacífica de terminar con su casi centenaria guerra civil. Por otro lado, otros intentan entrever si la economía de la RPC seguirá ralentizándose, o si volverá a repuntar con la búsqueda frenética de nuevas fuentes de crecimiento en prometedores sectores tecnológicos, y exportando su modelo de desarrollo con novedosas conexiones intercontinentales.

El semáforo de la RPC, que ya pasó hace muchos años de rojo a amarillo, parece que está cambiando a ‘verde’.  El presidente Xi Jinping está muy comprometido públicamente con el desarrollo sostenible, declarando que para él la naturaleza es tan importante como el dinero. Así avanza con Xiong’an, su nueva ciudad modelo, ecológica y tecnológica, al sur de la contaminada y congestionada Beijing. Y en su discurso a la asamblea general de las Naciones Unidas en septiembre del 2021 anunció que la RPC planea alcanzar la neutralidad de carbono en 2026. Aunque la RPC no se apuntó a compensar a los países menos contaminantes y desarrollados en la conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático celebrada en noviembre 2022 en Egipto, la RPC está apostando cada vez más fuerte por energías renovables, como el hidrógeno verde, y planea plantar millardos de árboles en esta década como parte de un movimiento mundial de reforestación.  Además, en otra conferencia de las Naciones Unidas sobre biodiversidad que se celebró en diciembre del 2022 en Montreal ya que no pudo celebrarse en Kunming por las restricciones del Covid, el ministro de ecología y medio Ambiente de la RPC impulsó un convenio marco con unos objetivos muy loables, por ejemplo, el de llegar a proteger el 30% del planeta en 2030. Quizás veamos como la RPC toma más medidas, aún más revolucionarias pero bienvenidas, para hacer las ciudades más acogedoras, el campo más atrayente y, en definitiva, el planeta más habitable y diverso, donde la competencia gane a la confrontación.