¿Una China desorientada entre Palestina e Israel? Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China

In Análisis, Política exterior by Xulio Ríos

En tanto en cuanto se desmarca de Occidente, no podía faltar la crítica a la actitud de China en el nuevo conflicto en Medio Oriente. Ofrece dos direcciones principales. La primera, su relación con Irán. China es el principal socio comercial de Teherán y la dependencia económica de Irán de China es sustancial. A su vez, Irán proporciona ayuda financiera, armas, entrenamiento y apoyo tecnológico a Hamás. Mutatis mutandis, el ataque de Hamás a Israel se ha realizado con apoyo financiero indirecto vinculado al Partido Comunista de China.

La segunda alude a lo que llaman “tibieza” con que China ha criticado a Hamás. Así, la pretendida neutralidad disimularía una postura de abierto apoyo a las milicias. Ello se debería otra vez a que como Irán apoya a Hamás, Beijing no quiere poner en peligro sus intereses económicos, energéticos y de otro tipo con Teherán. Después de todo, China tiene casi 400 mil millones de dólares en inversiones planificadas en Irán en las próximas décadas.

China no ha ocultado nunca su estrecha relación política con Palestina. Beijing ha simpatizado históricamente con la causa palestina y ha apoyado constantemente a la OLP desde la década de 1960. Reconoció el Estado palestino en 1988 y la OLP mantiene una embajada en Beijing, mientras que China tiene una oficina de representación en los territorios palestinos. China ha defendido constantemente la causa palestina en foros globales como la ONU, abogando por el establecimiento de un Estado palestino independiente con Jerusalén Este como su capital. A principios de este año, China y Palestina solidificaron sus relaciones mediante un acuerdo de asociación estratégica. Desde 2019 hasta el año pasado, el comercio bilateral aumentó un 57 por ciento a 6.410 millones de dólares.

Deducir que el apoyo de China a Palestina obedece al propósito de posicionarse como un aliado del mundo árabe, fomentando así una coalición contra Israel, carece de fundamento.  China reconoció finalmente el Estado de Israel en 1992 y desde entonces ha construido con Tel Aviv una relación con creciente contenido, con especial interés en su tecnología. La inversión extranjera directa de China y las exportaciones a Israel alcanzaron su punto máximo en 2018. Beijing es el tercer socio comercial más grande de Israel detrás de la Unión Europea y Estados Unidos y las negociaciones para un TLC están muy avanzadas.

¿Mediar o apaciguar?

En las últimas semanas, China ha intensificado su diplomacia en la región pero no se ha ofrecido expresamente para mediar entre las partes. Por el contrario, sí ha insistido en la necesidad de contención. Trata de evitar que se vean afectados sus intereses económicos pero es también consciente de sus severas limitaciones en cuanto potencia pacificadora en Medio Oriente. La máxima prioridad es el cese al fuego y detener la guerra lo antes posible. El acercamiento entre Teherán y Riad orquestado bajo los auspicios de China podría verse comprometido mientras exista riesgo de conflagración regional.

Su discurso ha insistido, no obstante, en que las acciones de Israel sobrepasan con trágica holgura el ámbito de la autodefensa, instando a Tel Aviv a cesar en su castigo colectivo a todo el pueblo de Gaza. Muy lejos se halla, por tanto, de la posición de EEUU, que ha escenificado una vez más su firme alianza con Israel, a quien le brinda una asistencia militar crucial y un apoyo político “sin límites”.

Además, China ha optado por reconocer y apoyar el protagonismo de actores locales como Egipto, secundando expresamente sus esfuerzos para abrir corredores humanitarios. Las relaciones entre China y Egipto han mejorado en los últimos tiempos y el próximo año El Cairo se convertirá en miembro oficial del recientemente ampliado grupo BRICS.

En los últimos días, el ministro de exteriores Wang Yi ha mantenido conversaciones telefónicas con el titular palestino, Riyad Al-Maliki, y también con su homólogo israelí, Eli Cohen. Igualmente, su enviado Zhai Jun ha estado en permanente contacto con Arabia Saudí y Turquía para instar mancomunadamente esa “pausa humanitaria” que EEUU vetó en el Consejo de Seguridad de la ONU.

En lo inmediato, la posición china reclama para Palestina seguridad, alimentos y medicinas, etc. A más largo plazo, la implementación de la solución de los dos Estados prevista en los acuerdos de Oslo de la década de 1990.

Y Taiwán, por supuesto

¿Influiría un agravamiento de la situación en Oriente Medio en la evaluación de una posible reacción del Ejército Popular de Liberación en Taiwán? No faltan analistas que sugieren que Hamás fue alentado por el supuesto eje Rusia-Irán-China a lanzar un ataque para desviar la atención y los recursos estadounidenses de Ucrania y la región del Indo-Pacífico. Así, Beijing podría intentar utilizar la atención de Estados Unidos en Medio Oriente como una oportunidad para intensificar su implicación militar en el estrecho de Taiwán a poco más de dos meses de unas elecciones cruciales. En esos términos se alardeó del tránsito de seis buques de guerra de su Armada en Oriente Medio, obligando al desmentido de la embajada de China en Estados Unidos de que hubieran llegado a la zona debido al conflicto palestino-israelí. Quienes sí habían arribado por tal causa fueron los grupos navales de ataque de EEUU.

¿Es mera apariencia el afán chino en desempeñar el papel de actor neutral para poner fin al conflicto? China no necesita una guerra en la región para incrementar una influencia que ha ampliado de forma sostenida a través del comercio y las inversiones, muy destacadamente, elevando el nivel de sintonía política con las capitales de la región. No necesita tampoco acordar una estrategia con las no democracias de la zona, más amigas tradicionalmente de Occidente, para debilitar a Estados Unidos. Ni sumarse a cualquier eje del mal para desestabilizar la región.

 

El compromiso con la estabilidad regional y mundial, necesaria para seguir priorizando los objetivos asociados a la modernización, convierte en mera falacia esa pretensión de que los acontecimientos en Ucrania y Medio Oriente podrían envalentonar a China en la medida en que los compromisos de Estados Unidos con Israel y Ucrania le impedirían apoyar a sus aliados en Asia. Porque también el apoyo global liderado por Estados Unidos –y no pocos países europeos- a Israel puede interpretarse como un gran elemento disuasorio para Beijing en su contencioso con Taipéi.

Por cierto que en el mismo año 2018 en que Israel trasladó oficialmente su capital a Jerusalén, rápidamente reconocida por Donald Trump, a miles de kilómetros de distancia, en Taipéi, Washington trasladaba de manera similar el Instituto Americano en Taiwán, en la práctica la embajada de facto, transformada en un impresionante complejo de oficinas de 6,5 hectáreas y valorado en 250 millones de dólares. La medida envió una señal clara a China de que Washington estaba ampliando su apoyo a Taiwán.

A la raíz del problema

A China se le acusa de querer subvertir el orden internacional pero ante la crisis en Palestina ha pedido encontrar una solución en el marco del Consejo de Seguridad y hoy se acredita como una de las potencias más comprometidas con las resoluciones históricas de la ONU en esta materia.

La cuestión palestina es el núcleo de la tensión en Oriente Medio. Reclamar el cese el fuego, garantía de las condiciones básicas de vida para la población de Gaza, el levantamiento del bloqueo, el repudio de una legítima defensa que exceda el derecho internacional humanitario, la implementación de la solución de los dos Estados, cumplimiento de las resoluciones del Consejo de Seguridad… se antojan puntos de clara convergencia que la propia UE podría –¡debería!- suscribir.

(Para Diario Público)